VIEJO OBSERVADOR

Los gitanos europeos

La Vanguardia, , 24-09-2010

Carlos Sentís
Manuel Marín, uno de los españoles de mayor experiencia y sapiencia en temas europeos, apareció en la televisión muy poco después de conocerse la decisión expulsatoria de Nicolas Sarkozy. En efecto, el presidente francés acababa de mandar una circular a las prefecturas ordenando la expulsión de los gitanos rumanos y búlgaros instalados en campamentos salvajes. Manuel Marín utilizó los razonamientos adecuados para disentir de Sarkozy: si todo Estado tiene derecho a no albergar a personas ilegales, no puede hacerlo colectivamente y menos aún si se trata de una determinada etnia.

Admitió también Manuel Marín la notable falta de liderazgo en la Europa de hoy.

Muy distintos fueron los términos de la acusación de la comisaria europea de Justicia y Derechos Humanos, la luxemburguesa Viviane Reding, quien llegó a comparar el decretazo del presidente francés con las circulares de las prefecturas del Gobierno de Vichy, ordenando la expulsión y entrega a los nazis de los judíos que fueron a parar, en su mayor parte, a campos de concentración y de exterminio. Después la reunión de presidentes de los miembros de la UE rehuyó condenar a Sarkozy dada la importancia de Francia en la cabecera europea junto a Alemania. La semana próxima, en reunión plenaria, la Comisión Europea declarará ilegal o no la expulsión decretada por Sarkozy.

La monstruosidad de poner en parangón el holocausto con la expulsión de gitanos produjo una indignación muy generalizada y Sarkozy recobró muchos puntos ante la opinión pública. Es explicable esta reacción puesto que la expulsión de Sarkozy es aceptada por los afectados, a los cuales se les dota de un dinero como viático para regresar a su país de origen.

Todo este escándalo, que daña el prestigio de la UE, no se hubiera producido si el proyecto de Constitución que votaron la casi totalidad de los estados miembros no hubiera caído bajo la desaprobación de Francia, de donde, por paradoja, procedía Giscard d ´ Estaing, redactor del texto. En espera de otro intento de Constitución existen los acuerdos de Lisboa, de carácter muy general y que no entran en casos como el que nos ocupa. Por consiguiente, el criterio es libre aunque existe el principio de que todo europeo tiene derecho a circular por el territorio de la UE. Sin embargo, no es lo mismo que instalarse en cualquier lugar sin oficio ni beneficio. Como hemos apuntado, la expulsión ha de ser de carácter individual y nunca por motivos de pensamiento, raza o religión. Francia debería haber limitado su política de inmigración controlando mejor las fronteras. Una cosa es no permitir la entrada y otra la expulsión y más cuando se realiza de manera que se confunde con el racismo.

La corriente de nacionalismo que circula por toda Europa ha hecho que en Suecia la ultraderecha haya obtenido una inusitada victoria parcial. No es raro, pues, que la decisión de Sarkozy haya sido vista por algunos con beneplácito.

Lo peor de la situación es la injusticia que constituye actuar contra los gitanos. No se tiene en cuenta que son tanto o más europeos que nosotros puesto que en el siglo IX de nuestra era ya entran en Europa procedentes del norte de India. Durante siglos los gitanos han convivido con los autóctonos de los distintos países, con los que si bien no se han fundido, sí han coexistido con naturalidad, aunque hayan sido considerados con recelo por la voluntad gitana de mantenerse en círculos cerrados, tanto en lo familiar como en lo costumbrista. Últimamente en algunos países, como en la misma España, los gitanos han evolucionado y ascendido en la escala social de manera notable. Sin embargo, todavía muchos los tienen en una consideración folklórica. Han descollado, y mucho, en el mundo del espectáculo. Los franceses viajeros y románticos del siglo XIX descubrieron en el Albaicín de Granada un pintoresquismo que les entusiasmó. En el arte del flamenco han destacado y destacan muchos cantaores. Entre ellos cabría mencionar, por ejemplo, a Camarón y a la bailaora Carmen Amaya. Por otro lado, Lola Flores era llamada Lola de España y así la veían en Nueva York, donde coincidí con ella y su marido, Antonio González, el Pescaílla,gitano catalán del barrio de Gràcia. Antes de Peret, autor de la rumba catalana de tanto éxito, había en ciudades como Tarragona, Reus, Figueres o Lleida, además de Barcelona, sectores muy activos de gitanos incorporados al quehacer del resto de los ciudadanos.

Respecto a mí, debo citar como punto y aparte a Juan de Dios Ramírez Heredia. Ambos figuramos en la lista de UCD (1977) como candidatos a diputados a Cortes. Después Juan de Dios ingresó en el Partido Socialista y desarrolló una actividad importante en el campo de los derechos de los ciudadanos, lo que le llevó a ser diputado en el Parlamento Europeo durante trece años, ejerciendo una función internacional de primera magnitud. Ahora, ya en periodo de jubilación, continúa presidiendo la Unión Romaní Española, radicada en Barcelona, desde donde ejerce la defensa de sus compañeros de etnia como el primer día.

En España no podría haber mayor conflicto con los gitanos. Forman parte de nosotros mismos. Otra cosa son, en cambio, los gitanos procedentes de países cuyo nivel económico debería haber aconsejado la espera para su ingreso en la UE.

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