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Crece la extrema derecha
La Voz de Galicia, 22-09-2010El resultado de los últimos comicios generales celebrados en Suecia, paradigma de la socialdemocracia y el Estado del bienestar, no deja lugar a dudas: la extrema derecha avanza a pasos agigantados en Europa. Con el 5,7% de los votos, que suponen 20 de los 349 escaños del Parlamento, los ultraderechistas del partido Demócratas de Suecia no solo impiden una cómoda mayoría para la coalición de centroderecha, sino que la obligan a pactar de manera imprescindible con el Partido Verde, que ha desarrollado una durísima campaña contra ellos.
No es este un caso aislado; en junio de este año, el Partido para la Libertad de los Países Bajos, con un discurso islamófobo, se erigió en la tercera fuerza holandesa con el 17% de los votos. El Movimiento para una Hungría Mejor, los ultraderechistas de Jobbik, obtuvieron el 16,4% de las papeletas en marzo de este año. También en las elecciones regionales francesas el partido ultraderechista de Le Pen consiguió el 12%.
Más de seis décadas después del final de la Segunda Guerra Mundial y de la desaparición de los partidos fascistas surgidos en el período de entreguerras, el discurso radical se expande por nuestro continente. Si bien las consignas de la actual extrema derecha, con sus peculiaridades nacionales, ya no se dirigen contra el comunismo ni los judíos, sí se aprovechan de la grave crisis económica y de valores, del recorte de derechos y ayudas, del paro y de la inseguridad para cargar contra los nuevos enemigos: los extranjeros en general y los musulmanes en particular. El populismo mediático, con discursos simples y directos y programas que afirman poder reducir los impuestos y el paro, seducen cada vez a más adeptos.
La permisividad gubernamental y las injusticias individuales que otorgan beneficios sociales a los inmigrantes en detrimento de los nacionales necesitados, acrecientan el sentimiento de agravio. Las amenazas y las protestas de radicales musulmanes contra las viñetas o la prohibición del velo solo reafirman la «diferencia» con ellos y su «inadaptación», justificando la intolerancia y su expulsión. El mensaje es sencillo: primero nosotros y luego ellos y, si no hay para nosotros, menos lo habrá para ellos. Sabemos adónde lleva ese camino. ¿Queremos recorrerlo de nuevo?
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