ELECCIONES

Suecia: de la inocencia al estupor

La Voz de Galicia, Christian Casares, 22-09-2010

El país, noqueado por el ascenso de la ultraderecha, ve cómo se pide que se dinamite el modelo de acogida a los refugiados

El país, noqueado por el ascenso de la ultraderecha, ve cómo se pide que se dinamite el modelo de acogida a los refugiados

El 28 de febrero de 1986 Suecia perdió la inocencia como país. El disparo que acabó con la vida de Olof Palme, el primer ministro que consolidó la elevación del modelo del país a «milagro», se llevó también por delante la sensación de los suecos de que podían ser un oasis. Nada ha vuelto a ser lo mismo desde entonces en la conciencia colectiva del país.

Faltan cinco meses para que el asesinato de Palme, todavía sin culpable, prescriba tras cumplirse 25 años, y el país vive inmerso en una nueva sacudida: la entrada en tromba en el Parlamento de la extrema derecha, con veinte escaños. Su líder, Jimmie Åkesson, habla sin tapujos de dinamitar una política de inmigración que asienta sus pilares precisamente en las política de los Gobiernos de Olof Palme.

Con una campaña en la que la extrema derecha apeló al voto del miedo con eslóganes en los que se instaba a elegir entre una bajada de las pensiones o contener el gasto en inmigración, los radicales han logrado, entre el estupor de una sociedad tolerante, el respaldo de 330.000 votos.

Suecia tiene una población inmigrante muy por debajo de los índices de otros países europeos. Ocupa el puesto 46 en el ránking mundial como país receptor. Alemania está en el 39, e Italia, en el 41. Es, sin embargo, superior a la de España, que se ubica en el 55. Pero para tratar de comprender el eco electoral que el programa sobre inmigración de Demócratas de Suecia ha tenido hay que volver a los últimos años de la década de los setenta y a principios de los ochenta.

Los Gobiernos de Olof Palme entendieron que el pacifismo y los lazos con el Tercer Mundo debían tener un reflejo en la política migratoria. Desde entonces, los flujos hacia el país se rigen por una especial atención a los refugiados sobre aquellos inmigrantes por cuestiones económicas.

De Chile a Irak

Los chilenos que huían de la dictadura de Pinochet constituyeron el primer gran grupo. Pero el mapa de la inmigración sueca cambia tanto como lo hacen los conflictos en el mundo. En los noventa fueron los refugiados de la ex Yugoslavia los que relevaron a los chilenos. Hoy, el grupo más importante es el de los iraquíes. Hay también iraníes, libaneses y somalíes, aunque en grupos minoritarios. El choque cultural es fuerte. Muy por encima de las diferencias de idioma que debían salvar los chilenos. Los símbolos religiosos, cuando los hay, son evidentes. Y la forma de vida cotidiana, también, con unidades familiares que exceden al modelo sueco de pareja con hijos, y donde abuelos, tíos o hijos en edad de trabajar no suelen convivir bajo un mismo techo. Pese a los esfuerzos en políticas de integración, el gueto cultural está ahí. Demócratas de Suecia cree que este tipo de inmigración es demasiado cara. Y propone rebajarla en un 90%.

En esta ocasión, partidos políticos, movimientos sociales e incluso la prensa han salido sin tapujos a reclamar un aislamiento de Demócratas de Suecia en el Parlamento. Pero no es la primera vez que el país experimenta un episodio así. En 1991, también en un contexto de crisis, Nueva Democracia, otra formación de ultraderecha, obtuvo el 6,7% de los votos y 25 escaños.

Tres años después, y pese a lograr entablar pactos de Gobierno, la formación desapareció del Parlamento al lograr solo un 1,4% de los votos. Ahora, el antiguo líder de la formación, Ian Wachtmeinster, asegura compartir los preceptos de Demócratas de Suecia. Ya le ha dado un consejo a su heredero político: que varíe ligeramente su postura. «Le he aconsejado que derive su rechazo a la inmigración de refugiados hacia una vuelta a las políticas de inmigración de trabajadores, como teníamos hasta los años ochenta», dice, consciente de que es un paso decidido para alejar al país un poco más de la inocencia.

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