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Racismo sin paliativos

El Periodico, 19-09-2010

No caben muchas dudas sobre el hecho de que la expulsión de gitanos rumanos realizada por el Gobierno francés vulnera el principio de libre circulación que rige en la Unión Europea, principio que establece el derecho de residencia de los ciudadanos comunitarios en cualquier estado de la Unión. Es cierto que la normativa comunitaria permite algunas restricciones a ese derecho cuando concurren razones de orden público y seguridad nacional, pero también incluye garantías procesales al respecto, por lo que tales razones solo pueden argüirse contra personas incriminadas de forma individualizada. Jamás contra grupos de personas.

Con todo, lo que a mí me parece más grave es el trasfondo racista de la medida, algo que ya era evidente incluso antes de que se hiciese pública la circular del Gobierno francés en la que instaba a la policía a actuar específicamente contra los gitanos rumanos. Conviene no olvidar el punto de partida: Sarkozy planteó las expulsiones como medida de orden público, como forma de luchar contra la delincuencia, y comenzó a expulsar a familias enteras, al abuelo, a la abuela, al padre, a la madre, al niño, a la niña… ¿Qué nos decía con eso? ¿Qué le decía a la sociedad francesa? Simple y llanamente, que todas esas personas son delincuentes, y si no lo son (los bebés es un poco difícil que lo sean), lo serán. Algo así como que los gitanos llevan en su interior el gen de la delincuencia. Racismo en suma, y sin paliativos.

Con ello, Sarkozy ha vulnerado la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión, jurídicamente vinculante desde la entrada en vigor del Tratado de Lisboa. De ahí que cuando la comisaria de Justicia, Viviane Reding, arremetió inclemente contra las expulsiones, lo hiciese cargada de razones, incluidas las legales. La comparación que la comisaria hizo con las deportaciones de la segunda guerra mundial puede parecer exagerada, pero lo cierto es que actualmente Europa se halla en una peligrosa deriva de incremento del racismo y la xenofobia, algo que de alimentarse no sabemos hasta dónde nos puede llevar. Y la actuación del Gobierno francés lo alimenta, y mucho.

Por eso no puedo concluir sin señalar que el espectáculo que han dado los jefes de Estado, reunidos en Consejo de la UE, dando parabienes a Sarkozy y criticando a la comisaria de Justicia, ha sido lamentable, triste y peligroso para el futuro de Europa. Y más triste aún para quienes no esperábamos que Zapatero se implicase de la forma que lo ha hecho en lavarle la cara al presidente francés.

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