Fronteras de la muerte

El Universo, 05-09-2010

La muerte de 72 personas en el estado de Tamaulipas (México) no es nada nuevo; lo sorprendente es la suerte del sobreviviente ecuatoriano que se salva de la ejecución y llega a un puesto de la Marina, suerte infinita, ya que si hubiese llegado a un puesto policial o municipal, lo más seguro es que nunca nadie se hubiera enterado de esta masacre.

Con el paso del tiempo, y estamos hablando de días, meses o años, esta sería otra fosa común, que si fuera descubierta saldría como un ajuste de cuentas entre bandas de narcotraficantes.

El crimen organizado es la mejor muestra de la globalización y perfeccionamiento del mal: sus tentáculos llegan a todas partes.

La impunidad es el peor cáncer que puede castigar a una sociedad; durante años los gobiernos de turno han dejado pasar, haciéndose de la vista gorda, mientras los eslabones de la cadena de corrupción de estas mafias han crecido alcanzado niveles inimaginables de complicidad en las instituciones del estado. “La premisa es sencilla: o entras y participas, o mueres, o muere tu familia”.

Los asesinatos parecen no tener fin, mientras nadie logra entender cómo alguien en su sano juicio es capaz, en su más absoluta pobreza, de adquirir una deuda de miles de dólares a intereses impagables, y emprender este viaje con destino a la muerte, dejando a sus familiares bajo la amenaza diaria de tener que pagar dicha deuda o recibir la llamada extorsionándolos, pidiendo un rescate por el que emprendió el viaje. Que muchos lo logran, puede ser verdad, pero la cifra de los que mueren en el intento es muy alta. Vergüenza para los gobiernos, que no pueden generar empleo digno para sus habitantes; vergüenza también para los gobiernos, que no protegen a sus ciudadanos ni siquiera dentro de su propio país.

Milenko Martinich Montalvo,
Obregón, México

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