Los gitanos
EL RUIDO DE LA CALLE
El Mundo, , 01-09-2010Veo a los gitanos en la puerta de los tribunales con su careto de guirlocheros o en los pasillos del hospital porque si se pone para el tinte uno, se ponen todos. Cumplen sus ritos: cuando llegan al juzgado, los gitanos van desarmados y son ellas las que llevan debajo del mandil las armas. Hasta que llegó Federico García Lorca, el rey de los gitanos, éstos habían tenido mala literatura y peores pragmáticas. Nuestros clásicos decían que los gitanos han venido al mundo para ser ladrones, creerse ladrones, criarse como ladrones y estudiar para ladrones.
Alguno reconoció que había dos clases de buscas, los que vivían en los palacios y los que birlaban mulas, y éstos eran menos dañinos. Camilo José Cela dice que a la gitanilla que en una tienda se guarda entre las sayas lo que ha robado se le dice mechera, pero si es una señora se le llama cleptómana.
En España a los gitanos, después de tantas persecuciones y deportaciones, se les ha aceptado, sobre todo en Andalucía. Pero otra vez, una vez más, como siempre, están arrestando y acosando a los calorros. El aire se conmueve y empalidecen los olivos, vuelve la cinta rayada con los peores manotazos de la recesión, como en los años treinta. Gobiernos europeos elegidos por los ciudadanos incendian los vertederos y los basureros donde se iban pudriendo los rumanos, los últimos europeos que se lavaban la cara en el río.
No exageremos las metáforas, aunque Sarkozy sea un sobrero y lleve alzas como Hitler, y Berlusconi tenga cierta traza y empaque mussoliniano, el remarque no es simétrico, sin embargo hay que advertir a ambos líderes políticos que palabras como deportar, etnia, destierro, confinamiento, proscripción, erradicar, gitanos delincuentes, inmigración, carga para la seguridad social, están repletas de significados fatídicos y ecos vergonzosos.
En Francia, la luz, el país de asilo, la tierra de la libertad, el cementerio de tantas persecuciones, deportan a seres humanos como si fueran chatarra. Parece increíble, desmantelan campamentos con churumbeles y patriarcas dentro. Setenta años después de que Hitler diera la orden de deportación de todos los judíos de Alemania y la castración de la «subraza gitana» un presidente francés ordena el destierro de miles de europeos con todos los derechos.
La poca izquierda que queda llama a este verano el de las deportaciones, el de la vergüenza. Parece que algunos ministros se desmarcan de la postura del desventurado presidente. Hay división en el gabinete. El ministro de Exteriores, un ex socialista, ha insinuado la posibilidad de dimitir. Pero como digo, están repitiéndose algunos de los sucesos de la vergüenza, de aquella pesadilla, que resucita en cualquier nación y en cualquier momento europeo. No hace tanto que hubo ajuste étnico en las naciones de Yugoslavia.
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