Gitanos de ida y vuelta

Diario de noticias de Gipuzkoa, 29-08-2010

Setenta y dos cadáveres de migrantes sin papeles, procedentes de países centro y sudamericanos, asesinados a manos de un poderoso grupo criminal ligado al narcotráfico, los Zetas, en un rancho del estado fronterizo de Tamaulipas. No estoy muy seguro de que la noticia no se haya centrado más en los autores del crimen que en las víctimas.

Una realidad. O mejor, dos. La primera: esos grupos criminales tienen en jaque al gobierno mexicano, a su policía y a su ejército, que se diga lo que se diga no ha podido hasta ahora controlarlos. La segunda: lo que les puede suceder a manos de esos grupos criminales, que en el último año han secuestrado a 20.000 migrantes, no desanima a los que emprenden a diario la migración hacia el sueño americano. Todo lo que se escriba sobre este asunto será poco.

De no quedar un superviviente de la masacre, no se habría sabido gran cosa de lo sucedido. Pero el joven ecuatoriano cuya vida ahora corre serio peligro, ha destapado el pozo negro de la infamia.

Para relato de viaje, el de esa persona. Todo lo demás empieza a ser cuento y banalidad, palabrería en beneficio de la industria turística. Los viajes que merece la pena leer y ser relatados son otros y tienen que ver con los avatares de las personas empujadas o condenadas a la emigración. Van a nutrir la épica de un futuro inmediato. Relatos como El exilio voluntario, del boliviano Claudio Ferrufino – Coqueugniot, acerca de la inmigración pluriétnica al asalto del sueño americano, vale por todas las excursiones literarias del cosmopolitismo de pega pagadas por Cooperación Internacional o el Centro de las Letras Españolas, con las que no se puede escribir otra cosa que El arte de viajar de gorra.

El esteticismo y el cosmopolitismo empiezan a estar de más. La época del Orient – Express y lo sleeping – cars queda demasiado lejos. Son millones de personas las que se desplazan en busca de un presente más digno y se juegan con ello la vida. Desplazados, desarraigados por fuerza, burlados por mafias, explotados, despreciados, excluidos, esclavizados. Son los protagonistas de las nuevas crónicas de Indias, aunque no todos vengan de ellas, y van a escribirlas, de eso estoy seguro, y no nos va a gustar lo que cuenten, de eso también estoy seguro.

la ONU ha regañado al presidente Sarkozy por sus expulsiones de gitanos rumanos asentados en territorio francés, en situación de marginalidad extrema, calificándolas de maltrato.

Las declaraciones sobre esos hechos se han sucedido a lo largo de la semana. Mayormente filantrópicas, recurriendo a la Constitución europea y a los Derechos Humanos y a un informe del Consejo de Europa que dudo sea otra cosa que papel mojado, y que con seguridad está redactado por alguien que no tiene que convivir con gitanos ni en campamentos ni en edificios de suburbios conflictivos.

Va mereciendo la pena hablar con crudeza de asuntos crudos,. No es que no sea correcta la mirada, sino que no es correcto lo que miramos. Y las pudibundeces de los burócratas, sus neologismos y estadísticas tienden a ocultarlo, a enmascararlo, a hacerlo digerible.

Los eurócratas hablan desde sus posición social privilegiada. Su discurso es muy distinto al de quien vive los hechos o los padece a diario. Humo y más burocracia que acalla conciencias de papel.

Te dirán que el convivir o no con ellos, no es la cuestión, pero serán muy pocos los ciudadanos que los quieren como vecinos, a no ser a la fuerza evitarán hacerlo. Cuando así sucede, los conflictos no se hacen esperar, aunque sean silenciados por los medios de comunicación que se ocupan de ellos, para no agravar más la situación o por un engañoso apostolado de derechos humanos. Para prueba, el informe del Consejo de Europa que recoge decenas de incidentes de convivencia en casi todos los países de la Unión Europea: Italia, Irlanda, España, Francia, Alemania, Serbia… e incluso asesinatos, como en Hungría.

Hace dos años, el pensador George Steiner lo dijo en una entrevista: la presencia de extranjeros no integrados rebaja el valor de mi patrimonio. Rasgado de vestiduras. Pero dijo una verdad como un templo. Esto nos enfrenta a saber cuáles son los límites de nuestra tolerancia y nuestras verdaderas ideas, nuestros miedos, prejuicios y rencores. Las grandes ideas humanitarias no nos comprometen a nada, nutren el discurso público, pero ¿y en privado, a puerta cerrada, en qué pensamos, qué decimos, qué deseamos?

Creo que perdemos de vista que los gitanos son un grupo étnico muy numeroso al que por el momento se le pide que renuncie a una forma de vida que les conforma. ¿Son así porque no han tenido otras oportunidades? Es mera conjetura. Pero cuando hablan de su integración las palabras no logran ocultar del todo que esa pasa porque dejen de ser lo que son y adopten plenamente las formas de vida de los payos que no los quieren ver en sus alrededores.

Se habla mucho de la expulsión de los gitanos y muy poco, nada, de cuál es la situación de estos en su país de origen, Rumanía, que recibe muy cuantiosas ayudas destinadas a su integración en el modo de vida de los no gitanos. Para ver cuáles son sus condiciones de vida basta asomarse a barrios bucarestinos, como Ferantari o Dudesti, o ver como los utilizan para arruinar edificios destinados al derribo y a la jugosa especulación inmobiliaria, negocio este en el que hay españoles deseosos de invertir los euritos negros conseguidos durante años de impunidad. Y basta escuchar al rumano común, nacionalista y ortodoxo, para saber que al menos ellos no quieren a sus gitanos, como no quieren o quisieron a sus judíos, una comunidad muy diezmada: por el holocausto perpetrado por los rumanos y por la emigración a Israel.

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