El cártel de Los Zetas está tras la matanza de 72 ilegales en México. El único superviviente pagó 8.630 euros para viajar a EE UU. Fueron fusilados y recibieron un tiro de gracia
Ejecutados por el sueño americano
La Razón, 28-08-2010Los bajaron del camión, vendaron sus ojos y los acribillaron sin piedad. 58 hombres y 14 mujeres que soñaban con pisar EE UU.
Ciudad de México – Fredy Lala Pomavilla, un ecuatoriano de 18 años y único superviviente de la masacre de Tamaulipas, formaba parte del grupo de indocumentados que viajaban en un camión con destino a Estados Unidos, entre el pasado sábado y domingo, que fue interceptado en el municipio de San Fernando, en el estado mexicano de Tamaulipas, por presuntos miembros de la banda criminal Los Zetas.
Varios vehículos interceptaron a los indocumentados, que se vieron forzados a bajar del camión, según relató el único testigo de la matanza. Todos los pasajeros, entre ellos menores de edad, fueron colocados en una pared y fusilados con potentes armas. Posteriormente, los asesinos remataron a cada una de las víctimas con un tiro de gracia.
La masacre dejó un total de 72 fallecidos: 58 hombres y 14 mujeres. El joven ecuatoriano –que recibió un disparo en el cuello que le salió por la mandíbula– logró salvarse porque despistó a los asesinos haciéndose el muerto.
Cuando los criminales abandonaron el rancho donde dejaron los cuerpos, Pomavilla (que pagó 8.630 euros para llegar desde Ecuador a EE UU) pudo salir del lugar y caminar 22 kilómetros hasta llegar al punto donde estaban los oficiales de la Armada de México, a quienes contó lo ocurrido, aunque en un principio no dieron crédito a lo que decía.
No fue hasta el martes por la mañana cuando un nutrido grupo de infantes de Marina llegó al rancho donde estaban los 72 cuerpos de los «espaldas mojadas» maniatados y con los ojos vendados. Un grupo de 70 oficiales se trasladó al lugar para brindar apoyo, pero en el trayecto se produjo un enfrentamiento en el que murieron un militar y tres narcos. Un menor originario del estado de Veracruz (sur) fue detenido, sospechoso de haber participado en la masacre. Ninguna de las víctimas ha sido identificada, pero el único superviviente de la tragedia aseguró que entre los inmigrantes sin papeles habían ciudadanos de El Salvador, Costa Rica, Brasil (cuatro, según la embajada brasileña en México) y Honduras, que también habrían pagado a las mafias para cruzar la frontera con destino a Estados Unidos.
Las autoridades mexicanas no descartan que con esta masacre el cartel de Los Zetas esté enviando un mensaje a los inmigrantes para que trabajen para ellos y facilitar así el reclutamiento de personas. Otras de las teorías que se barajan es que los «coyotes» que organizaron la ruta de entrada en EE UU lo hicieran al margen de esta banda criminal que pelea con el cartel del Golfo por el control de Tamaulipas.
«Las instituciones mexicanas han golpeado las estructuras operativas de los criminales, así como sus ingresos económicos y por ello recurren a la extorsión y al secuestro de inmigrantes que, en ocasiones, explotan como sicarios», afirmó ayer el portavoz de la Estrategia Nacional de Seguridad Pública, Alejandro Poiré.
Marisolina, joven secuestrada por Los Zetas: «Sus ropas olían a hollín, el olor de la muerte»
La matanza de Tamaulipas ha revelado otras historias escalofriantes, como la de una salvadoreña apodada Marisolina. El diario mexicano «El Universal» explica que Los Zetas mantuvieron secuestrada a la joven durante más de tres meses. Ésta fue retenida cuando miembros de la banda asaltaron el tren en que viajaba con la esperanza de cruzar a EE UU. A partir de entonces pagó su libertad cocinando y lavando para los propios miembros de la banda y para otros secuestrados. «Sus ropas olían a hollín, el olor de la muerte. Al frotarla salía la sangre y los pedazos de carne de esa gente a la que mataban», explica. Aun así, tuvo suerte: la mayoría de los inmigrantes que no pagan en metálico el rescate eran eliminados por «el carnicero». Un día Marisolina fue puesta en libertad en mitad del desierto. La Comisión de Derechos Humanos la convenció para denunciar su experiencia y superar el miedo. Sin embargo, muchos se muestran escépticos en México y la consideran sospechosa de haber pertenecido a la banda.
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