Rubalcaba irá a Marruecos para zanjar la crisis de la frontera

El Gobierno da por normalizada la situación con el viaje del ministro del Interior

El Mundo, , 15-08-2010

El viaje será la culminación del trabajo que su Ministerio y el de Exteriores han realizado esta semana para aliviar unas tensiones que fuentes diplomáticas tildan de «locales».

La llamada de Juan Carlos I a Mohamed VI el pasado miércoles sí ha funcionado, insisten desde la Casa del Rey. Sus efectos, sin embargo, «son a medio plazo y se irán conociendo cuando se produzcan». No ayudan los tiempos de los medios de comunicación, tan inmediatos y distintos a los de la diplomacia. Sobre todo, cuando se trata de un país como Marruecos, con el que España tiene una relación «intensa y con frecuencia difícil».

La conversación del Rey de España con su homólogo marroquí ha contribuido a «preservar unas buenas relaciones», agregan las mismas fuentes. Ni un cartel de 15 centímetros el de las burlas a las mujeres policías españolas ni que se impidiera la entrada a unos camiones con pescado son suficientes para hablar de «crisis diplomática». Ayer, el cartel fue retirado y los camiones volvieron a circular con normalidad.

El anunciado encuentro informal entre Juan Carlos I y Mohamed VI se mantiene, aunque el hecho de que los musulmanes hayan comenzado esta semana su mes sagrado de Ramadán complica su organización. No sólo porque hasta la caída del sol no puedan ingerir alimentos, sino también por la ingente actividad social y familiar que conllevan estos 40 días. No ha influido la principal fiesta religiosa musulmana para el viaje de Rubalcaba, que también contribuirá a apaciguar los ánimos de los policías españoles que trabajan en la frontera melillense.

Así, vuelta a la normalidad tras los cinco comunicados de protesta emitidos por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Marruecos por el supuesto racismo de los policías españoles en la frontera de Melilla.

Pero la diplomacia española sigue preguntándose el porqué de esta impostada tensión entre ambos países. Entre las teorías barajadas, la que más fuerza cobra es la del Sáhara Occidental. La prioridad absoluta de Rabat en política exterior es el futuro de la ex colonia española.

Algunos de los expertos consultados señalan que Rabat vive instalado en un régimen de «hartazgo cíclico» con respecto a Madrid. Desde Marruecos se interpreta que España no es del todo leal cuando se trata del Sáhara, y en especial el objetivo absoluto de la monarquía alauí: incorporar la ex colonia con un estatus de autonomía similar al nuestro.

Sin que Madrid lo perciba, Rabat va sumando «muescas en el revólver». Una última gota: que el helicóptero español que abastece habitualmente a los legionarios destacados en el minúsculo Peñón de Vélez de la Gomera sobrevolara el real yate de Mohamed VI a principios del verano. Una nadería para Madrid, un gesto altamente irritante para Rabat. A esta actitud hay que añadir algo muy común en los países árabes: la teoría de la conspiración. Desde Rabat se analiza con lupa todo lo que Madrid hace en relación al Sáhara. Que un presidente autonómico reciba a la activista saharaui Aminatu Haidar o que los medios españoles no informen suficientemente del acercamiento entre el Polisario y el Gobierno marroquí sobre el futuro de la ex colonia española.

Y Madrid mira con recelo a Rabat. Los españoles no se fían del monarca alauí y están convencidos de que Mohamed VI manipula los acontecimientos para presionar a España. Así las cosas, concluyen desde el Gobierno, el lugar ideal para lidiar estas eternas batallas de vecindad: la dura frontera de Melilla, donde se producen «inevitables incidentes periódicos», ya que es un lugar transitado a diario por 30.000 personas.

Para complicar el tablero hispano-marroquí está la política interna de España. Incluso dentro del PP hay quien considera «inoportunas» las declaraciones de González Pons acerca del uso del monarca como ministro de Asuntos Exteriores por llamar al rey de Marruecos. Para enfrentarse al PSOE, dicen, no hace falta atacar la figura de Juan Carlos I, que es «una de las mejores bazas de la política exterior española».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)