Batalla legal de los fisioterapeutas contra los masajistas de playa por prácticas que llegan a causar tortícolis o dermatitis
Los masajes exprés, ante la justicia
La Vanguardia, , 23-08-2010ANA MACPHERSON – Barcelona
Masahe? ¿masahe?" La oferta recorre las arenas de toda la costa – sobre todo la mediterránea-junto a las patatas fritas, las latas, las gafas de sol y los vestidos playeros. También en la zona centro de Madrid, en el Retiro o los jardines próximos a la plaza de Oriente o Santa Ana.
Diez minutos de masaje, de 10 a 15 euros. “Dolor de cabeza, contracturas”, enumera entre otras indicaciones el que hace la oferta, habitualmente un hombre de aspecto oriental y el único que habla el idioma local, todo escrito en un papelito ya un poco roñoso. Y ellas – suelen hacerlo mujeres jóvenes-se aprestan a manosear los pies, la espalda, el cuello, la pantorrilla…
¿Por qué no? Un masajito en los pies o en el cuello, que molesta hoy un poco, tumbados en medio del sopor veraniego, puede hacer sentir a más de uno muy bien, como un privilegiado, como si estuviera en Tailandia. En las playas se hacen sobre la arena o la tumbona. En Madrid, en una silla plegable, por si hay que salir corriendo. Las jóvenes – y el traductor-ejercitan sus movimientos sin dejar de vigilar, para, si aparecen los guardias, poder salir pitando, como los manteros.
Se levantan, y al siguiente. “¿Masahe?”.
Un aceite desconocido, las manos resbalando, cierta presión sobre la piel desnuda, movimientos enérgicos. Al final, quizá no se le haya quitado el dolor de cabeza o la molestia en el cuello, pero el cliente tiene muchos puntos para llevarse puesta una dermatitis que otro cliente playero tenía en los pies, o una contractura seria en el cuello por un movimiento brusco. Por lo menos.
“Ni se lavan las manos ni tienen idea de masajes ni de casi nada. Suelen ser personas con una formación mínima, con las que ni siquiera te puedes entender para explicarle me duele aquí, me tira allá”, explica el secretario general de los fisioterapeutas madrileños, José Santos. Su colegio ha emprendido una campaña para demandar a estos masajistas espontáneos sin formación ni higiene.
La policía municipal les avisa cuando detienen a alguno y lo llevan a los juzgados de la plaza Castilla. Entonces ellos se personan para denunciarles por la vía penal por intrusismo profesional (ni tienen la formación requerida para ese trabajo ni están colegiados), por daños a la salud pública (falta de higiene) y por actuaciones dañinas o que pueden llegar a serlo para el masajeado. “Están muy organizados – describe Santos-,incluso tienen un comportamiento muy agresivo para que la gente se haga los masajes”.
A los fisioterapeutas les asombra que alguien confíe en quitarse una migraña con un masaje de diez minutos, por mucho que lo haga un oriental y se le suponga un gran saber sobre el tema. Y les asombra también que se pongan en sus manos uno tras otro, viendo que nadie se lava antes. Y que se dejen manipular el hombro o el cuello con tirones y giros bruscos sin tener noticia de la formación de esos masajistas.
“Llegan luego a las consultas con tortícolis, dermatitis, contracturas, incluso alguna costilla rota. Se lo hicieron al clavarle la rodilla en la espalda. La tendinitis en el hombro tras uno de esos masajes la provocan al movilizar la articulación con movimientos que no son fisiológicos. O las cervicalgias, por giros bruscos en el cuello”, enumera José Santos. Parece peligroso. “Lo es, sobre todo si esa manipulación se hace a una persona con algún problema previo. La lesión puede ser grave”. Las víctimas a veces admiten que se han dejado manipular por estos masajistas de calle o playa.
Los fisioterapeutas madrileños tampoco entienden por qué los responsables de sanidad en Madrid – o en cualquier otra comunidad-no intervienen. “A nosotros esta gente no nos quita la clientela, pero son un peligro”.
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