Integración en igualdad
El Correo, 22-08-2010Dos datos recientes han puesto de manifiesto tanto el peso que progresivamente ha ido alcanzando la inmigración en Euskadi, como la posibilidad de que la llegada de extranjeros se vea incrementada por el impacto que la crisis está produciendo en otras autonomías más atosigadas por las dificultades. Por una parte, ha sido la entrada de inmigrantes la que ha permitido aumentar la población vasca en casi 77.000 personas en la última década, contrarrestando nuestras endémicas bajas tasas de natalidad. Por otra, Euskadi ha sido una de las comunidades con mayor número de afiliados extranjeros registrados en julio, lo que sugiere un incremento sostenido en el tiempo por las mejores condiciones económicas. Ambas estadísticas sirven para ilustrar una nueva realidad que ha ido abriéndose paso y van dibujando una sociedad más mestiza y, por ello, menos endogámica, aunque con el reto aún de lograr una integración real, equilibrada y sostenida sobre los criterios de igualdad y desarrollo personal y colectivo que han definido nuestro modelo de bienestar. Ese desafío tiene un estadio inmediato, en lo que se refiere a la acogida de todos aquellos que están optando por venir a Euskadi empujados por las peores perspectivas económicas en otras regiones españolas y que llegan a una sociedad menos castigada por el ciclo recesivo en sus niveles de crecimiento y de empleo, pero cuyos recursos se han visto también seriamente mermados. La experiencia del pasado reciente demuestra que el País Vasco ha sido capaz de asumir la progresiva inmigración sin que se haya quebrado la paz social. Pero esta constatación no significa ni que el proceso de integración esté resultando totalmente modélico; ni que se hayan diluido tics, más que racistas, de clase; ni que se haya conjurado el peligro de que, en épocas de escasez, se atribuyan a los inmigrantes agravios infundados. Unos problemas y carencias no suficientemente agudos como para generar preocupación, pero que no deberían perderse de vista ante el hecho de que Euskadi suma ya, y cada vez más, inmigrantes de segunda generación. O lo que es lo mismo, nuevos ciudadanos vascos de procedencia dispar con los mismos derechos y los mismos deberes, de cuya adecuada integración depende también el futuro común.
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