"Nazizona" y los ajustados

Los flujos migratorios siempre han estado sujetos a prejuicios como el de caos y desorden, pero en realidad siempre han estado sujetos a las demandas del mercado laboral.

Diario de noticias de Gipuzkoa, Filósofo y sociólogo. Colaborador de GRUPO NOTICIAS en México DF Ramón Larrañaga Torrontegui (*) , 16-08-2010

LA “nueva Hitler”: Jan Brewer. La anticristo nazi-zona. En estos últimos años, cuando hablamos de flujos migratorios, la palabra migración y el efecto de rechazo por parte de los establecidos en el lugar a donde estos segundos llegan es entendible al considerarlos un peligro para su estabilidad laboral, ya que llegan a competir y abaratar la mano de obra es por ello que rechazo y presión para quedarse van de la mano. En distintos sectores se enfatiza que determinados cambios legislativos, tales como la Ley Arizona, no hacen sino provocar el efecto de llamada de atención y el aumento de emigrantes irregulares hacia otros estados de la unión americana.

Así, por ejemplo, cuando se llevó a cabo la regularización extraordinaria de emigrantes durante un buen tiempo se archivó lo benéfico o perjudicial de la emigración de México a EEUU, existiendo legisladores de EEUU que se continúan oponiendo, lo que sí ha quedado claro es que, el aumento o disminución de los flujos migratorios no depende del aperturismo o de los condicionantes legales, como lo demuestra el hecho de que los continuos endurecimientos legales producidos durante estos últimos años no hayan impedido el progresivo aumento del número de emigrantes llegados tanto de México como de toda Latinoamérica: “Les pones rejas y hacen túneles”.

Asimismo, el número de ciudadanos con permiso de residencia es actualmente mayor que nunca. Otro efecto que se suele mencionar es el provocado por la política y los servicios sociales “No atención en servicios médicos, no educación etc…” (Esto ya lo padecen en México y es normal para ellos). En este caso, se argumenta que la llegada de los emigrantes se debe a que disponen aquí de mejores y más amplias prestaciones sociales que en sus lugares de origen. En consecuencia, se llega a cuestionar el propio Estado del Bienestar de donde provienen, argumentando que la llegada masiva de emigrantes amenaza su viabilidad al estado de la unión americana donde llega: “Saturación en servicios”.

Pero, también en este caso, las razones que soportan estos argumentos son sumamente débiles. De hecho, la tendencia que se observa es la contraria, ya que los emigrantes no demandan este tipo de servicios por miedo a ser deportados por lo que no cuentan con protección social a pesar de ser trabajadores y desempeñarse en los trabajos mas arriesgados, incluso los que cuentan con permisos de residencia no reciben tampoco todas las prestaciones a las que tienen derecho y los que, utilizan Green card (tarjeta de residencia) de otras personas que están fuera de EEUU y se las prestan para acumular dinero para el retiro.

El verdadero imán que atrae a los inmigrantes no es, pues, ni la ley ni las prestaciones sociales. Entonces, ¿qué es lo que verdaderamente provoca el efecto de dejar atrás su vida para llegar a sufrir todo tipo de vejaciones? El verdadero causante es el mercado de trabajo, en concreto sus características y necesidades. En Arizona, por seguir con el ejemplo anterior, la agricultura, la construcción son sectores de gran importancia en cuanto a mano de obra. Por eso existe un porcentaje tan alto de extranjeros. A nivel estatal, el fuerte y constante desarrollo económico que se ha dado durante los últimos años se ha basado en sectores de baja cualificación y trabajo intensivo, que son los principales nichos de empleo para los inmigrantes.

Tiende a crecer la población de EEUU, 2007 es el año de la historia en que han nacido más estadounidenses. Según los datos del Centro Nacional de Estadísticas de la Salud, los nacimientos superaron el máximo previo de 1957, la cima del llamado baby boom. La tasa de nacimientos ha subido paulatinamente durante los últimos años, por razones que no se conocen con exactitud. Las mujeres que vivan en los Estados Unidos tendrán una media de 2,1 hijos a lo largo de la vida, justamente la cifra considerada por los demógrafos como el mínimo para mantener la población sin tener que recurrir a la inmigración.

Tienen muchos menos hijos que en los años cincuenta (cuando todavía no había píldora anticonceptiva, condones, sida etc.); en esa época las mujeres tenían casi cuatro hijos de media. Sin embargo, ahora la población es casi el doble que entonces; esa es la razón principal del nuevo máximo de nacimientos. Esta realidad y no otra es la que ha permitido que EEUU haya sido el primer país que más inmigrantes ha recibido, seguido de España en segundo lugar. La fuerza de ese efecto queda patente si nos fijamos en variables como la edad. Así, la mayoría de la población inmigrante que ha llegado a EEUU se compone de personas en edad de trabajar, esto es, entre 16 y 35 años, mientras que su población nativa es de 60% en esta edad, los migrantes son un 80% entre 16-35 años de edad.

Estos datos demuestran que la población extranjera que llega a Arizona son más jóvenes que la nativa y que si emigra es porque va a trabajar y no a pensionarse, ya que su corazón lo dejan en su lugar de origen. Como puede suponerse, todas estas cifras tienen un efecto importante en las políticas relacionadas con la Seguridad Social.-mayor tasa de cotización y menos pensiones para los extranjeros.-así como en el gasto realizado en distintas políticas sociales. Así, en el ámbito de la dependencia, la cantidad de dinero destinado a la población extranjera es sustancialmente menor que la dirigida a la población autóctona, si observamos la tasa de actividad, comprobaremos que mientras la local es del 53 , la correspondiente a la población extranjera llega al 77, esto es, 24 puntos porcentuales por encima.

Dicho de otra manera: la población extranjera trabaja más que la autóctona. Aunque estemos en época de crisis y la falta de empleo tenga un gran impacto, los extranjeros tienen una tasa de ocupación mayor, concretamente siete puntos superiores a la local. En este sentido, de la misma manera que hablamos de un efecto de apoyo a su economía, podríamos también hablar de un efecto necesidad, es decir, de las necesidades del mercado de trabajo. Estas necesidades del mercado de trabajo, en el caso de la población extranjera, se concentran en la agricultura, la construcción, y la hostelería (fondas, restaurantes), así como en el sector de los cuidados personales a personas mayores. Como ya hemos apuntado, es el mercado de trabajo el que delimita el número de inmigrantes.

Pero no sólo su número, sino que también condiciona sus características y su distribución. En definitiva, el mercado de trabajo funciona como una especie de selección natural de los flujos de inmigrantes. A modo de norma general, se podrían formular los siguientes criterios: En aquellas comunidades y rancherías en las que la agricultura y/o la construcción son importantes, el porcentaje de inmigrantes varones procedentes de México es superior. En el extremo opuesto se encontrarían las comunidades en las que estos sectores no son tan importantes, en las cuales el principal nicho de empleo para los inmigrantes se encuentra en el sector de cuidados personales. En este último caso, el porcentaje de mujeres latinoamericanas es muy superior al de las comunidades anteriormente mencionadas.

Por lo tanto, frente a los prejuicios que consideran que los flujos de migración se desarrollan de una manera desordenada y caótica, todos estos datos nos indican lo contrario. Estos flujos no se producen de forma aleatoria, sino que se concretan de una manera organizada, controlada y en función de las necesidades laborales de una zona determinada. El inmigrante no va a probar en donde encuentra trabajo y su viaje al extranjero no es una prueba de error, este de antemano sabe a dónde va a encontrar trabajo, y no va buscando oportunidades o lugares hasta encontrar el más adecuado.

Muy al contrario, en la inmensa mayoría de los casos, el inmigrante tiene claro desde el principio, incluso antes de salir, dónde va a ir y en qué va a trabajar. En este sentido, lo que se produce en origen no es un contrato de trabajo, tal y como exige la ley, sino que, en la mayoría de los casos, se trata de una especie de puesto de trabajo apalabrado. El modelo descrito hasta ahora es el más extendido durante estos últimos años, sobre todo desde la década de los 90 hasta el año 2008. Sin embargo, la crisis económica que se ha extendido en la actualidad provoca numerosas dudas e interrogantes en torno a esta cuestión.

La oferta de trabajo que se daba en la construcción se ha reducido drásticamente, lo cual ha afectado extraordinariamente al colectivo de inmigrantes, entre los cuales el aumento del desempleo ha sido enorme. Parece que todo esto ha provocado una salida alocada con una ley que se opone a los ya de por si marginados derechos humanos de los flujos migratorios, sobre todo en estos últimos años. La evolución de la situación actual y el rumbo que tome la economía condicionarán absolutamente los flujos migratorios de los próximos años. Asimismo, está por ver si estamos asistiendo al final de la era de la migración o si nos encontramos simplemente ante un problema corto y coyuntural, provocado por la crisis.

El problema del tonto Nos encontramos, pues, con la misma diferencia que eternamente existe entre el tonto y el ladino. El ladino se sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto, porque cada vez que hace una trampa no falta quien se la detecte y se muestra afectado en contra de todos por sorprenderlo en su fechoría; por ello hace un esfuerzo para escapar a la inminente tontería cometida en no saber cuidar los detalles, y en ese esfuerzo consiste la inteligencia mal llamada trácala inteligente. El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo, deja que el ladino lo dirija y pone la cara para protegerlo con la esperanza de que de cada cuatro pesos robados, uno vaya a su bolsillo y en cuanto a su personalidad, se juzga discretísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se instala en su propia torpeza usado como Kleenex y desechado cuando sus fines fueron cubiertos. Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del orificio en que habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle de paseo un rato más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión habitual con otros modos de ver más sutiles. El tonto es vitalicio y sin poros y cabe perfectamente en una administración pública dirigida por un indio ladino. Por eso decía Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado, ya que el funesto es infame en corto tiempo. Pero el malvado lo trae en la sangre: “el malvado descansa algunas veces para con mayor fuerza irse sobre sus enemigos ficticios y destruirlos; el necio jamás descansa, insiste, insiste en su inocencia”

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