Pulso en la frontera marroquí

El Correo, PAULA ROSAS, 15-08-2010

Un conflicto recurrente. Las relaciones entre España y Marruecos se ven azotadas cada cierto tiempo por la marejada. Es una especie de bucle donde a la calma le sucede la tempestad, sin que en ningún caso llegue a producirse un naufragio. La mayoría de las veces, con Ceuta y Melilla como protagonistas de la polémica.

En esta ocasión, el conflicto parte de las acusaciones del reino magrebí contra las fuerzas de seguridad españolas que vigilan la frontera. La Administración alauí alega «brutalidad» y «racismo» por parte del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil. La contundencia de los sucesivos comunicados marroquíes ha derivado, esta vez, en un boicot comercial que, tras el parón del fin de semana, se reanudará la próxima semana. Pero, ¿qué se esconde tras las palabras de Rabat?

Cada cierto tiempo, Rabat reivindica las «ciudades ocupadas» de «Sebta» y «Mellilia» – como los marroquíes llaman a los enclaves españoles – a través de un discurso o un gesto simbólico. Con estas arengas, Marruecos consigue cerrar filas en un país altamente nacionalista, y poner presión sobre España, utilizando a las ciudades autónomas como moneda de cambio. La última vez fue el pasado mayo, cuando el primer ministro, Abás el Fassi, reclamó a Madrid que iniciara un diálogo con su país «para poner fin a la ocupación de estas dos ciudades marroquíes y las islas vecinas expoliadas».

La reivindicación de Ceuta y Melilla no ha estado presente, en esta ocasión, en los comunicados con los que el Ejecutivo de Mohamed VI ha denunciado agresiones de las fuerzas de seguridad españolas a ciudadanos norteafricanos. En las ciudades autónomas están convencidos de que hay algo más, que la crisis no se queda en unos incidentes fronterizos aislados. «Se trata de una maniobra orquestada desde Rabat, con los mismos grupos de siempre actuando a las órdenes de las autoridades marroquíes y cuando el Gobierno se lo requiere», señalan a este diario fuentes policiales españolas destacadas en la frontera.

La misma impresión se tiene en el Gobierno de Melilla, ciudad que el jueves sufrió un bloqueo de pescado, fruta y verdura. «Los incidentes son bajísimos, pero se han magnificado», asegura el presidente de la ciudad, Juan José Imbroda, que observa la búsqueda de otros «intereses» en las duras palabras de Marruecos, que ha acusado a la Policía y la Guardia Civil española de «racista».

La clave, apuntan fuentes diplomáticas, podría estar en las negociaciones pendientes con España o con la Unión Europea. Uno de los convenios que lleva meses en un tira y afloja es el último acuerdo en materia de inmigración, que la UE y Marruecos no consiguen cerrar. Los veintisiete quieren que el país magrebí se comprometa a readmitir a todos los inmigrantes ilegales que han llegado a costas europeas tras partir de Marruecos. Una cuestión que levanta ampollas en el país norteafricano.

Política de inmigración

Rabat exige, como contrapartida, una importante ayuda económica para hacerse cargo de esa nueva responsabilidad. Según explica la Administración alauí, no se trataría sólo de acoger a los súbditos marroquíes repatriados, sino también a personas de otras nacionalidades, en su mayoría subsaharianos. Además, Marruecos quiere conseguir una simplificación del proceso de concesión de visados a ciudadanos de su Estado que quieran viajar a países de la Unión Europea.

En la actualidad el procedimiento resulta muy engorroso. «Marruecos ha asumido que es un país de tránsito para la inmigración», opina Abdelali el Baroki, investigador del Instituto de Estudios Hispano – Lusos. «Y ésta no es la primera vez que llama la atención de la UE sobre lo que está sucediendo con la inmigración subsahariana», añade.

La situación del futuro embajador marroquí en Madrid también estaría entre las causas que han provocado el enfado con España, según diferentes fuentes. El Ejecutivo de Mohamed VI propuso a Ahmed Uld Suilem, un ex dirigente del Frente Polisario, y Madrid tardó algo más de lo habitual en darle su aprobación. El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no estaba entusiasmado con la idea de tener enfrente a un representante diplomático que quizás estuviera más interesado en defender la «marroquinidad» del Sáhara Occidental que de atender la globalidad de las relaciones bilaterales. España dio el plácet en abril, pero el retraso no fue bien visto por Rabat. A día de hoy, el cargo sigue vacante sin nombramiento oficial.

Para El Baroki, «Marruecos no concibe la diplomacia fragmentada, ve la política exterior como un todo, y no puede desligar, por ejemplo, el tema del Sáhara Occidental de la política económica». «Marruecos no quiere que se olvide que hay intereses económicos y estratégicos en juego», insiste el académico, que concibe las periódicas tensiones entre ambos países como un intercambio de mensajes velados que uno y otro Estado «entienden».

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