Cae una red que explotaba sexualmente a mujeres del Este en Catalunya
La banda ofrecía a las jóvenes convertirse en explotadoras de otras víctimas
La Vanguardia, , 10-08-2010El psicólogo y psiquiatra Carl Gustav Jung dijo: “El hombre sano no tortura a otros; por lo general es el torturado el que se convierte en torturador”. Por mucho que se busque un razonamiento a las profundidades de la conducta humana, hay cosas que siempre serán difíciles de entender. Por ejemplo, cómo se pasa de víctima a victimario; pero esto ocurre, como demuestra la historia que existe tras la operación policial desarrollada en Barcelona y Madrid, en la que se desarticuló una red de explotación de mujeres del Este. Varias de la jóvenes que llegaron a España y fueron prostituidas entraron luego en la organización para obligar a otras chicas a prostituirse en condiciones de semiesclavitud.
Esta red tenía su corazón en Rusia, pero sus tentáculos llegaban hasta España. Las autoridades rusas advirtieron a la policía española que habían detectado una organización que estaba trayendo chicas para explotarlas sexualmente y situaron el punto de referencia en Tenerife. Pero desde las primeras investigaciones llevadas a cabo por agentes contra el crimen organizado de la Policía Nacional se vio que la banda no únicamente actuaba en esta isla, sino principalmente en Catalunya, en Barcelona y Tarragona.
Al frente de la organización estaba una mujer de nacionalidad ucraniana residente en Tenerife, que tenía a su cargo los contactos con los otros miembros del grupo radicados en el extranjero y que le proporcionaban las chicas para su negocio, así como el control de los prostíbulos de la banda en España. Para mantener su anonimato utilizaba varios alias y procuraba no figurar en ningún documento. Para la gestión y control de los locales, a menudo ubicados en pisos bajos de fácil acceso y con escasos vecinos, contaba con varios matasietes de nacionalidad rusa y bielorrusa.
Las jóvenes eran captadas en estratos bajos de países del Este: Rusia, Ucrania, Moldavia… Se les ofrecía un trabajo en la hostelería o incluso en la noche, pero nunca en las condiciones que se encontraban aquí. Las alojaban en apartamentos vigilados por matones y en condiciones de hacinamiento. En uno de los lugares descubiertos, los policías encontraron a tres chicas durmiendo en el mismo sofá. Se las obligaba a estar disponibles 24 horas al día, para satisfacer a cualquier cliente que las requiriera en los prostíbulos de la red. Los hombres pagaban por los servicios de una de estas chicas 60 euros; ganancias que se repartían de la siguiente manera: 30 euros para la banda y 30 para la chica, pero que tenía que abonar 10 euros por trabajo al explotador por la manutención y la vivienda. O sea, que le quedaban 20 euros, siempre que los macarras no les impusieran multas por desviarse de las normas de conducta que ellos mismos marcaban.
La policía ha detenido a once personas por su vinculación con esta red. La jefa, la ucraniana, cayó en la playa de las Américas en Santa Cruz de Tenerife. Una de sus subalternas, una mami o encargada en la jerga de la banda, en Madrid cuando estaba preparando un prostíbulo; ocho personas más en Barcelona y una en Tarragona. También se han localizado varios locales de la banda, donde ejercía la prostitución: un piso en Castelldefels, otro en Tarragona y un establecimiento en Sant Boi del Llobregat bautizado como La Casa del Placer.
Para la red, la condición humana no era importante: sólo eran ganancias. Josep Conrad, que describió la cara más oscura de las personas, escribió: “La creencia en una fuente sobrenatural del mal no es necesaria, el hombre por sí mismo es capaz de cualquier maldad”. La banda lo sabía y por ello ofreció a varias chicas integrarse en la organización para explotar a las que les sustituían en la prostitución 24 horas al día. Tras un periodo de prueba, incluso se las dejaba abrir un nuevo burdel y actuar como un socio más del negocio. Jung lo explicó: de torturado a torturador.
Una posible regularización
Es imposible conocer cuántas mujeres explotó la red en Barcelona, explican fuentes policiales. Tras las detenciones y registros se tiene constancia de veinte. Pero ¿cuántas hubo antes?
Otra cuestión es qué pasa con las mujeres extranjeras obligadas a prostituirse. La ley de Extranjería establece que si colaboran en las pesquisas con su testimonio se les puede ofrecer ayuda. Primero se les deja un periodo de 30 o 40 días para que reflexionen sobre si quieren confirmar su declaración y luego, si es así, se les facilita su regularización. Otras no admiten ser explotadas y entonces pasan a ser, simplemente, extranjeras en situación irregular. Se les abre un expediente, pero nunca se las envía a un centro de internamiento. Por ejemplo, en el de Barcelona hay 150 personas. Entre ellos no hay ninguna mujer.
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