La crisis económica también ha pasado factura a la inmigración en Ontinyent. La que anteriormente era considerada como una tierra de oportunidades para aquellos que venían de los llamados países en vías de desarrollo, ahora se ha convertido en un territorio mucho menos propicio en el que granjearse un futuro mejor. También es justo mencionar que, la capital de la Vall d’Albaida se había convertido en un reclamo para ciudadanos de otros países de Europa que acudían a disfrutar de sus parajes llegada la hora de la jubilación. Valga como ejemplo la gran comunidad británica que ha alcanzado el medio millar de foráneos.

Según reflejan las cifras del censo municipal, el pasado año 2009 se cerró con 5.762 inmigrantes inscritos (datos a 31 de diciembre), mientras que el 31 de mayo de 2010, justo medio año después, el número había descendido hasta 5.241, 521 residentes menos de otros países.

Los datos son importantes porque suponen no sólo la ruptura de una tendencia al alza, sino directamente la regresión. Cabe reseñar, no obstante, que la cifra aún fue más baja en el mes de marzo: entre febrero y marzo, Ontinyent pasó de tener 5.772 inmigrantes a 5.057, el descenso más acusado que reflejan las estadísticas.