TENSIÓN SOCIAL EN LA CAPITAL FRANCESA

Revuelta en Belleville

La comunidad china de un distrito multiétnico de París se rebela contra las agresiones y atracos que sufre con frecuencia. Su escasa integración la convierte en presa fácil.

El Periodico, ELIANNE ROS / París, 06-08-2010

Hasta ahora siempre habían preferido la discreción. Su divisa consistía en pasar lo más desapercibidos posible. Pero los miembros de la comunidad china del barrio multiétnico de Belleville, en el distrito XX de París, han roto finalmente su silencio. El pasado 20 de junio salieron a la calle para protestar por la inseguridad y los ataques violentos de los que son objeto. Se han convertido en presas fáciles para las bandas de delincuentes de los suburbios de la periferia.

¿Por qué se ensañan preferentemente con los asiáticos? El carácter inédito de la manifestación, que reunió a unas 10.000 personas, tiene mucho que ver. Se trata de una comunidad poco visible pese a ser muy numerosa –se estima que París acoge cerca del 80% del millón de chinos que residen en Francia– y escasamente integrada. Mantiene sus costumbres y es muy endogámica, por lo que muchos inmigrantes sobreviven sin apenas hablar francés y sin relacionarse con las instituciones.

Su tendencia a mantenerse al margen de la Administración y a manejar dinero en efectivo resulta muy atractiva para las bandas. Saben que, si pueden evitarlo, muchos chinos no presentarán denuncia. De hecho se desconoce la cantidad de atracos y agresiones que han sufrido. Según las asociaciones, son constantes y diarias. «Ya no podemos vivir más con el miedo en el cuerpo; estamos hartos de alertar a la policía y a las autoridades y que nadie nos haga caso», lamenta un portavoz. «A muchos de mis clientes les han robado y cada semana soy testimonio de las acciones de las bandas», se queja un comerciante.

La gota que colmó el vaso sucedió en un contexto cada vez más habitual: la salida de una boda china. Los delincuentes acuden a estos acontecimientos atraídos por los sobres con dinero en metálico que reciben los novios y las familias que organizan la celebración. Les esperan a la salida del local, a altas horas de la noche. Pero esta vez la víctima era un comerciante acompañado de un guardaespaldas, que iba armado. Persigió a uno de los atracadores y le hirió en las piernas antes de ser detenido por la policía, que le acusó de homicidio mientras empezó a correr el rumor de que el delincuente había sido liberado.

El episodio se convirtió en el símbolo de una comunidad con los nervios a flor de piel. «Fue la agresión de más en una atmósfera cada vez más tensa entre comunidades», explica un policía de Belleville. «Algunos jóvenes surgidos de la diáspora china han empezado a difundir por internet comentarios hostiles hacia la población magrebí y afroantillesa, asimilada de forma general a los agresores», se alarma el agente.

Los delincuentes son definidos por un consejero del distrito como «pequeñas bandas rivales, que han empezado a ponerse de acuerdo y organizarse y que no dudan en situar en primera línea a menores de menos de 13 años». Los chinos reúnen el perfil de víctima ideal porque, según explica un trabajador social, «son un objetivo fácil: llevan importantes sumas de dinero y a menudo no tienen papeles, por lo que no van a la policía a denunciar lo sucedido». Se calcula que cada año unos 60.000 chinos intentan entrar en Francia de forma clandestina. Los que lo consiguen, normalmente trabajan en la economía sumergida y cobran el sueldo en efectivo.

En general, Belleville se ha distinguido por una convivencia pacífica entre franceses, asiáticos, magrebís y subsaharianos. Los vecinos no creen en la tesis del carácter racista de las agresiones, sino más bien en una delincuencia «oportunista» venida de fuera del barrio. «Hay que evitar el enfrentamiento entre comunidades», repiten las asociaciones chinas, que han decidido salir de su cascarón para hacer frente a una situación difícil de controlar. Mientras unos hablan de crear milicias para vigilar las calles por la noche otros se proponen financiar la instalación de cámaras de viedovigilancia en los edificios. Los más ponderados sostienen que a partir de ahora cada agresión irá seguida de una denuncia formal y se creará una asociación de víctimas. Una cosa tienen clara: no pueden quedarse callados por más tiempo.

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