Violencia de género, comenzar de nuevo

Maltratadas y sin recursos

Más de 200 mujeres viven en Catalunya en pisos de acogida, donde reciben apoyo psicológico y ayuda para encontrar empleo

La Vanguardia, SARA SANS - Tarragona , 23-07-2010

La dirección es secreta. Los hay en varias ciudades. Las inquilinas viven en estos pisos durante un tiempo, quizás meses, quizás más de un año. Algunas con sus hijos. Comparten temporalmente una casa y una traumática experiencia: los malos tratos. La mayoría de las usuarias de los pisos de acogida – en Catalunya son más de 200-están a la espera de un juicio. Muchas son extranjeras, casi el 80%. Apenas hablan el español y algunas nunca han trabajado. La Vanguardia ha entrado en uno de estos pisos ubicado en la comarca del Baix Camp, donde viven cinco mujeres y tres niños de entre uno y cinco años. Cinco historias estremecedoras.

“No comienzan de cero, comienzan de menos cinco”, dice Laura Andreu, asistenta social. Leonor (nombre ficticio) es una de las inquilinas. Hace ocho meses que vive en este piso. Es sudamericana pero no quiere decir de qué país por si su ex la reconoce. Todavía tiene pánico de ese hombre con estudios superiores que la maltrató durante más de tres años y que sigue viviendo en el domicilio común, un piso de alto standing de una población vecina. Todo comenzó cuando a ella le detectaron un cáncer que, contra pronóstico y pese a todo, ha logrado superar. Él se recreó primero en el maltrato psicológico con humillaciones y amenazas de todo tipo. Luego llegaron los empujones y las palizas. “Quería que me fuera ami país, yo le molestaba… ¡La de noches que tuve que dormir en la escalera porque él no me abría la puerta!”, recuerda Leonor. Él, impecable con su traje, se iba a trabajar mientras ella acudía a Cáritas a buscar ropa. Le tiemblan las manos y asoman lágrimas: “El último día me tiró al suelo y me clavó varias veces un cuchillo”, relata. Ahora Leonor tiene un empleo: cuida a una señora mayor y espera fecha para el juicio.

Las frías estadísticas esconden historias para no dormir. Sólo en Catalunya durante lo que va de año más de 5.200 mujeres han llamado al servicio gratuito de atención permanente (900 900 120) y durante el año pasado se atendió a casi mil mujeres en los cuatro centros de intervención especializada (CIE) del Departament d´Acció Social i Ciutadania. Las seis casas de acogida del Govern (gestionadas de forma externa mediante concurso y con capacidad para 89 unidades familiares), los 33 pisos puente, más otra decena de pisos gestionados directamente por fundaciones y entidades privadas están a rebosar. “La situación es fluctuante, ha habido momentos en que hemos tenido que gestionar listas de espera”, explica Carme Porta, secretaria de Polítiques Familiars.

Las mujeres que ingresan en los pisos de acogida no cuentan con recursos propios ni tienen familiares que las apoyen. “Llegan con un nivel de autoestima por los suelos. Normalmente han aguantado maltratos durante mucho tiempo y hay que trabajar mucho con ellas para que puedan volver a integrarse en la sociedad”, explica Montse Griso, presidenta de la Fundació l´Heura de Tarragona, entidad sin ánimo de lucro pionera en la ciudad que subsiste, pese a los recortes que este año están aplicando los ayuntamientos, con convenios con entidades y Administración.

Con Leonor vive Fátima. Una ciudadana marroquí que llegó a Catalunya hace ocho años. Denunció a su marido y llegó a dejarlo en varias ocasiones pero “la familia me presionaba y élme amenazaba con llevarse a mis hijos a Marruecos”, dice. Y ella volvía. Hasta que, hace unos tres meses, tras la última agresión, en la que la asistieron los Mossos d´Esquadra, Fátima decidió dejarlo definitivamente. Cada día una asistente social acude al piso: “Cuando no tenemos una cita con un abogado, la tenemos en el centro de intervención especializada”, explica. Les proporcionan ayuda psicológica, clases de español y también acuden educadores para los niños. “En la mayoría de las ocasiones, los maltratadores utilizan a los niños para frenar las denuncias”, insiste Laura Andreu. Un caso extremo fue el de una joven maltratada que tras denunciar a su marido, el día del juicio rápido y pese a la orden de alejamiento, éste acudió al domicilio, le pegó, la ató con una cuerda – las señales quedaron durante días en las muñecas, el cuello y los tobillos-y se llevó a su bebé de ocho meses – con problemas de salud por los golpes que ella recibió durante el embarazo-a Marruecos. Durante días él la atormentó llamándola desde aquel país para que oyera al pequeño llorar.

En el piso, cada una tiene su habitación y comparten el baño, la cocina y el comedor. Entre todas establecen los turnos de limpieza y compra. “La convivencia no es fácil, pero es algo temporal y si no fuera por esta ayuda no sé qué sería de nosotras”, insiste Leonor. El 80% de las usuarias de estos pisos son inmigrantes, “suele ser gente joven con hijos y la estancia media es de unos nueve meses”, explica Carme Porta. Este año el Govern ha abierto un nuevo centro de intervención especializada e incorporará una docena de pisos puente, un paso intermedio entre el de acogida y la independencia total de las mujeres que han sufrido maltratos.

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