LA INCOMPRENSIBLE lista de preguntas en que ha consistido
el examen de la asignatura Inmigración ha sido un revoltijo
sabihondo y cruel. No se sabe si para demostrar la superioridad
imaginaria de quien lo redactó o la nomenos imaginaria
ignorancia de quienes lo sufrieron. Es curioso que, en
una encuesta muy reciente en USA, patria de patrias, algo
más de la cuarta parte de los interrogados no sabían –no saben–
ni siquiera de qué país se independizó el suyo, al que es
evidente que aman y que lo hacen formando parte de él.
¿Nunca supieron, o es que han olvidado, el día en el que le
dieron el témás fuerte que ha tomado nunca el Reino Unido?
Y es que resolver con cuestionarios un examen sobre textos
previamente estudiados, es lógico. Pero resolverlo con respuestas
taxativas sin tener en cuenta los sentimientos, las aspiraciones,
la situación económico-sociológica de alguien es
una cabronada sin sentido. Quizá algunos ministros no habrían
acertado al contestar. No se trata de Gasol, Nadal o Casillas;
para muchos, las fechas de la Primera República o la del
Tratado por el que perdimos Gibraltar es como recitar la lista
de los reyes Godos. Con el test que se ha hecho, mucho más
del 50% de españoles habrían tenido que salir de España