En gayumbos y sin papeles

La Verdad, JOSÉ SÁNCHEZ DE LA ROSA, 30-06-2010

:: JOSÉ IBARROLA

La cosa se ha puesto chunga, en cualquier momento vienen a por mí, saben que mis ancestros son moros perdidos, o sea que me ponen en un ferry y me devuelven a África. No tengo los papeles que exigen, ahora hay que tener un papel con un sello, una foto del minuto y la firma de algún tipo que diga, a ver, el moreno, que pase, ¿y el documento, el salvoconducto, qué? Y mi amigo que iba documentado, paisa, que aquí lo llevo, entra, entra, y a ver qué haces por ahí en los ratos libres, y si trabaja de sol a sol, qué ocio ni qué leche, dormir en cualquier rincón, de piedra ha de ser la cama, de piedra la cabecera, y otros como yo ni un indicio, clandestinos perdidos, ilegales, gente anónima sin certificado, es que nuestro tatarabuelo vino de conquistador, y sin tener derecho alguno sobre el territorio, su aceite y sus pastos, vio luz, subió, se quedó a cenar, o sea para siempre, y fue prolífico, ¿su nombre?, yo qué sé, ¿tiene nombre un nómada intruso?, qué va, lo tiene un sultán, pero no aquel que iba por el llano fronterizo o por la sierra, pongamos que hablo de un pueblo con las ruinas de su castillo en un cerro, y tuvo una familia no cristiana, y es de eso de lo que quedamos en estas tierras, el resultado de un mestizaje, de un cruce de razas en un cruce de caminos, así que cuando vengan esos a ver, la partida, el sello, el pedigrí, y que de dónde eres tú, y no sé si se atreverán a echarme por eso, y si alguien tendrá el cuajo de gritar ¡venga, ábrete, puerta!, porque nos tendríamos que largar casi todos, y un problema a la vista, jefe, porque con la historia no se juega, ni con el temblor de la sangre, ni uno hay aquí que no lleve polvo musulmán en los zapatos, su origen es una pradera por la que de vez en cuando cruzaba el Cid y se echaban a temblar, digo los de antaño, que fueron testigos de la muerte de su reyezuelo, al que se cepillaron los nobles de Castilla. Fueron naciendo una tras otra criaturas de tez oscura y ojos misteriosamente verdes, y tampoco, ¡maldita sea!, tenían papeles, después los fueron empujando hacia el sur, eso sí que fue bajar al moro, el pobre Boabdil, sin ir más lejos de Granada, lloraba como mujer, y los que nos quedamos, en la estirpe larga y caliente no necesitamos un papel para vivir y para amar, nos reconocemos unos a otros desde entonces a la sombra de algún alcázar donde fuimos nacidos como pueblo, ya lo ve usted, señor corregidor, el de la ley el orden, mismamente en el sitio elegido para vivir, los que fuimos moriscos siendo antepasados fuimos los primeros vecinos. Labramos, construimos acequias y enseñamos a regar, hicimos vasijas, candiles y jarros mayormente, lo mismo en el altiplano que en la ribera, así que somos parte de una cultura que no ha perdido sus rasgos, que sólo ha perdido el pasaporte. Es decir, que si vienen esos de la inmigración a rajatabla, los que funcionan pragmática en mano, ya saben que me van a coger en gayumbos y sin papeles.

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