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El problema es que somos viejos
La Voz de Galicia, 27-06-2010Europa es un continente habitado por una población envejecida, fruto de un complejo sistema de factores que se asocian en su mayoría a un cambio de valores, para unos, y a una pérdida de valores, según otros. Como era bien sabido, esa estructura demográfica estaba asociada a una pérdida paulatina de peso demográfico en el contexto mundial, a un incremento progresivo de los costes sociales que podían poner en entredicho el modelo del Estado de bienestar, como ahora está ocurriendo, y que reducirían también la capacidad de innovación y competitividad de los recursos humanos.
A los que así lo predecíamos hace treinta años nos respondían con la inmigración como solución. Ahora que hemos llegado a ese punto, sabemos que la población europea y los inmigrantes no son colectivos fácilmente intercambiables. Si esto pasa en Europa, más grave será aún lo que ocurra en regiones de tradición emigratoria como Galicia.
Hace mucho tiempo que vengo diciendo que nuestro problema demográfico no es tanto la natalidad como el envejecimiento. Más aún, aunque nuestra tasa de fecundidad alcanzase el nivel de reposición generacional, no sería suficiente para compensar la fuerte mortalidad derivada del envejecimiento. Por eso, no se puede achacar solamente a la crisis el dato reciente de que nuestro crecimiento vegetativo sea negativo. Es más, en comparación con otras comunidades autónomas, nuestra natalidad se está recuperando lentamente desde hace diez años, lo que ocurre es que la mortalidad aumenta más rápidamente. Y así ha de ocurrir en los próximos años, porque ahora está empezando a afectar a la generación del baby boom de los años cuarenta, como ocurre en todas las situaciones de posguerra. Mueren más de los que nacen, porque somos muy viejos; se despuebla el medio rural porque solo queda población vieja, no nacen más niños porque la proporción de población en edad de procrear disminuyó, y además porque nuestra sociedad está sumida en la misma conducta demográfica que el resto de Europa.
Como tampoco vinieron ni vienen inmigrantes, las cosas seguirán igual. Y no lo arreglarán los incentivos a la natalidad, ni a las familias numerosas, ni otras medidas por el estilo. El problema demográfico tiene raíces más profundas. Nunca olvidaré que cuando en los años noventa Manuel Fraga anunció un primer programa para recuperar la natalidad, la mayoría de los políticos y prescriptores de opinión lo tachaban de mentalidad franquista. Por eso, en Galicia nunca se ha comprendido ni explicado bien el problema demográfico, al menos en la opinión pública, porque con exceso se acude a explicaciones simplistas y coyunturales.
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