MUNDIAL DE SUDÁFRICA / El conflicto racial
El fracaso de la reconciliación deja paso a la diáspora blanca
Cada vez más ‘boers’ abandonan el país por razones económicas y de seguridad
El Mundo, , 11-06-2010JAVIER BRANDOLI / Ciudad del Cabo
Especial para EL MUNDO
Algo se pudre en una sociedad en la
que es usual pasear con un spray de
defensa en lamano; donde los semáforos
se convierten en inservibles
por la noche, porque nadie para; en
la que no se cierran nunca del todo
las ventanillas de los coches para
que no puedan ser destrozadas de
un golpe; donde es un acontecimiento
ver a una pareja entre alguien de
color blanco y alguien de color negro;
en la que se escucha como chiste:
«Yo no soy racista, conozco a una
persona negra».
Todo esto forma parte del día a día
de la acomodada –en su mayoría–
clase blanca sudafricana. Todo esto
y un temor a ser despertado por la
noche con la noticia de que un ser
querido ha sido asesinado. Los relatos
en este sentido son continuos y
espeluznantes. «Dos hombres negros
entraron en la casa de nuestros
vecinos, una pequeña granja a las
afueras de Stellenbosch.Mataron a
hachazos al matrimonio, sus dos hijos
y las dos personas que trabajaban
en la limpieza.Mis padres decidieron
entonces vender su finca»,
explica Danica, una boer que vive
ahora en Ciudad del Cabo. La lista
de escabrosos ejemplos haría interminable
este artículo.
Una especie de pequeña diáspora
ha comenzado entre los atemorizados
boers, que ven cómo la tierra de
sus ancestros ha cambiado. «Mi
abuela dice que antes era muy seguro
pasear por la noche en Ciudad del
Cabo. Cuenta que a las 18:00 horas
sonaba una sirena que obligaba a todos
los negros a salir de algunas zonas
de la ciudad», dice Sebastian,
uno de los pocos casos de blanco
que vive conuna coloured (mestiza).
Lo dice y sonríe, sabedor de que el
ejemplo de prosperidad de su abuela
nace ya envenenado.
Las cifras hablan por sí solas: desde
1994, inicio de la democracia, han
muertomás de 3.000 granjeros blancos.
La Comisión de Derechos Humanos
creada por el ex presidente
Mandela ha publicado un informe
en el que se señala que desde 2005 el
número de ataques sufridos por los
afrikaners ha aumentado en un 25%,
alcanzando casi los 10.000.
El ejemplo de Zimbabue está muy
cerca. Allí, el Gobierno de Robert
Mugabe decidió arrebatar las tierras
de los granjeros blancos o permitir
unamasacre continuada para conservar
un poder que se veía amenazado
por unos resultados electorales
inciertos y la presión de miles de ex
combatientes negros que reclamaban
parte del botín de su guerra por
la libertad: los blancos se convirtieron
en ese botín bajo el paraguas de
una deuda histórica por la explotación
sufrida durante décadas.
En Sudáfrica, en las últimas semanas,
el líder de la liga juvenil del
CongresoNacional Africano (CNA),
Julius Malema, ha repetido hasta la
saciedad que Mugabe es un ejemplo.
Su radicalismo ha llegado a tal extremo
que el propio partido le ha abierto
un expediente disciplinario tras
tolerar su fanatismo durantemeses.
La muerte del líder de la extrema derecha,
el blanco Eugene Terre’Blanche,
amanos de dos de sus trabajadores
negros, se relacionó con la
campaña deMalema. Recientemente
la policía desarticuló un plan criminal
de simpatizantes del difunto
extremista, a los que se detuvo con
armamento y explosivos preparados
para «atentar indiscriminadamente
contra la población negra de los guetos
», según explicó elministro del Interior,
NathiMthethwa.
El conflicto racial ha renacido con
fuerza en la nación del arco iris reinventada
por NelsonMandela. «A él
no le gustará ver lo que está pasando
», declaraba esta semana el arzobispo
y premio Nobel de la Paz Desmond
Tutu. La amenaza de fracción
entre blancos y negros radicales
puede tirar a la basura una reconciliación
más teórica que práctica. La
pobreza extrema sigue teniendo hoy
el mismo color oscuro de piel.
Pero no sólo la inseguridad está
acorralando a la clase blanca; una
ley, la conocida como Black Economy
Empowerment, obliga a las
empresas a contratar a los ciudadanos
no blancos; es decir, a los negros,
los mestizos y los indios. Las
empresas que quieran tener contratos
ymejoras fiscales con el Gobierno
deben tener un elevado cupo de
trabajadores con un DNI que deje
claro que sus antepasados sufrieron
el rigor del terrorífico apartheid. La
ley, creada por el CNA, intenta paliar
la discriminación sufrida durante décadas
por todo el que no fuera blanco.
«Nosotros teníamos limitado hasta
lo que estudiábamos en la escuela
», explica Tshepo, un profesor de
inglés de raza negra.
Así, muchos blancos han perdido
sus puestos de trabajo, sus granjas o
sus negocios, presionados por una
norma que discrimina
positivamente a las demás
razas. «Mi hermano
perdió su empleo en
la universidad porque
necesitaban cubrir su
puesto por un joven negro
que no estaba cualificado.
Ahora está en
paro. Su idea es irse a
trabajar fuera», explica
Etiene, un afrikáner
que también se plantea
ir a Australia.
Es un ejemplo más
de la gran diáspora
blanca que se ha producido
en los últimos
años. Miles de boers
han vendido sus granjas
para irse a EEUU,
Inglaterra o Oceanía.
«Nosotros fundamos
este país y lo hicimos
crecer, no tenemos un
lugar al que volver, no
somos ingleses», cuenta
Derrick, un ex granjero
que vendió sus tierras
en el centro del país,
pero que ha decidido
quedarse.
El propio presidente
Jacob Zuma reconoció
que los boers «son indígenas
de Sudáfrica».
Un reconocimiento que
no se plasma, para los
blancos, en una realidad. «Yo estoy
de acuerdo con la carta fundacional
del CNA, pero hoy no se lleva a cabo
», dice Danica. «El apartheid se ha
terminado para ellos; para nosotros
está comenzando», añade Bob, un
camarero del lujoso barrio de Sea
Point, en Ciudad del Cabo. «Ellos y
nosotros»: quizá ahí esté la clave.
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