Un homicidio tensa la relación entre México y EEUU

Un agente fronterizo norteamericano mata a un joven tras recibir dos pedradas

El Mundo, ISABEL LONGHI-BRACAGLIA / México D. F , 11-06-2010

Corresponsal

Sergio lleva puesto hoy el uniforme de su equipo de fútbol, pero no podrá asistir como anhelaba al inicio del Mundial. México y Sudáfrica inaugurarán la cita y él llevará ya casi 24 horas bajo tierra. Su humilde familia quiso enterrarlo ayer en Ciudad Juárez vestido de una de sus pasiones, el local Deportivo Mayitos, como un último tributo a su sueño de convertirse en un futbolista famoso. Un agente de la Patrulla Fronteriza de EEUU se lo arrebató el lunes de un balazo en la cabeza y abrió un nuevo episodio de tensión entre los países vecinos.

«Su delito fue estar allí, sólo eso, él no hizo nada», lloraba su madre ante el féretro blanco del quinto de sus hijos. «Era un buen chico, tenía pasión por el fútbol y quería trabajar como policía estatal». Paradojas de la vida, ha sido otro policía el que ha acabado con la vida de este chico de 14 años y el que sí ha conseguido hacer que su nombre sea conocido en todo México. Sergio Adrián Hernández es ya un mártir de la lucha contra los abusos de los agentes fronterizos estadounidenses hacia los inmigrantes mexicanos.

Su homicidio mantiene consternada e indignada a la sociedad del país, empezando por el mismo Gobierno. Desde diversas organizaciones civiles y políticas se suceden los comunicados de protesta y las peticiones de Justicia. Más aún después de que ayer la difusión de un vídeo aclarara cómo ocurrió todo, tras dos días de versiones enfrentadas desde ambos lados de la frontera.

Las imágenes grabadas en un teléfono móvil muestran el delito del chaval: intentaba cruzar desde Ciudad Juárez a El Paso (Texas) con tres amigos. Se encontraban bajo el puente del Río Bravo, casi en la meta, cuando un agente estadounidense los vio y salió tras ellos en una bicicleta. Llegó a atrapar a uno, lo tiró al suelo, lo arrastró y el resto, entre ellos Sergio, corrió de vuelta a territorio mexicano. Desde allí, le llegaron al policía dos piedras y varios insultos. Y él, ante tamaña amenaza, disparó. Sin más. Tres veces. Y ya no estaba en suelo estadounidense.

Una de esas balas fue la que impactó en la cabeza del adolescente, que murió en ese mismo instante. Otro, asustado, levantó las manos en señal de rendición. Pero para ese momento ya habían llegado los federales mexicanos, que también han aclarado estos días que rodearon el cadáver de Sergio para evitar el intento de sus colegas estadounidenses de alterar las pruebas.

Lo cierto es que, a juzgar por el polémico vídeo, parece demostrado que la Patrulla Fronteriza empezó esta historia mintiendo. El FBI, que se hizo cargo de la investigación el mismo lunes, había alegado que el agente disparó para defender su vida, aunque ha sido suspendido hasta que se resuelva el caso. La tesis mexicana es que el lanzamiento de dos piedras no puede justificar un homicidio en defensa propia.

Se lo ha dicho el Ministerio de Asuntos Exteriores de México al Gobierno de Obama en un comunicado oficial de protesta que califica de «desproporcionado» el uso de balas frente a piedras. Un escrito en el que exige una investigación a fondo, «el castigo de los culpables» y revisar los protocolos de actuación en la frontera. Porque Sergio es el segundo mexicano tiroteado por la patrulla estadounidense en menos de 10 días el 1 de junio mataron a Anastasio Hernández de una paliza con descargas eléctricas incluidas y porque sus compatriotas muertos o heridos por el uso de la fuerza de las autoridades migratorias se han incrementado de los cinco en 2008 y los 12 en 2009 a los 17 en lo que va de 2010.

El mismo presidente Felipe Calderón, que siempre presume de excelentes relaciones con el vecino del norte, ha levantado esta vez la voz para condenar el asesinato de chico. Él sí asistirá hoy en persona al partido entre México y Sudáfrica. Lo que nadie sabe es si allí pensará más en Sergio o en las más de 2.000 detenciones que, casualmente, hizo públicas ayer EEUU como una prueba de que es su aliado en la guerra contra los cárteles del narcotráfico mexicanos.

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