Holanda busca un pacto que solucione crisis e inmigración
Los liberales negocian una coalición de gobierno con la izquierda
La Vanguardia, , 11-06-2010XAVIER MAS DE XAXÀS – Amsterdam Enviado especial
AUGE DEL POPULISMO Wilders se encarama al tercer puesto con su ‘cruzada’ antiislam
¿DÉFICIT DEMOCRÁTICO? Las coaliciones, típicas de Holanda, ¿restan poder decisorio al electorado?
Los ciudadanos holandeses pasaron ayer a segundo plano. Quién y cómo formará el nuevo gobierno ya no está en sus manos, sino en las de los dos líderes más votados, el liberal Mark Rutte, y el socialdemócrata Job Cohen, que, como es costumbre, negociarán durante semanas, tal vez meses, a puerta cerrada, entre ellos y con otras fuerzas políticas, para conseguir un gobierno estable, capaz de aplicar el mayor recorte presupuestario desde los años ochenta y, al mismo tiempo, resolver la integración de unos inmigrantes , mayoritariamente musulmanes, que son vistos con mucho recelo por gran parte de la sociedad holandesa.
La negociación la conduce Rutte, como líder del Partido Liberal. Su victoria fue muy justa. Obtuvo un 20,4% de los votos y 31 escaños. Los socialdemócratas lograron un 19,6%, equivalente a 30 escaños.
“La coalición más lógica – explica el politólogo André Krouwel-sería entre liberales, socialdemócratas, verdes y liberales de izquierda, el D66. Sin el concurso de Los Verdes, gobernó entre 1994 y el 2002 y fue muy popular. Se la conoció como la coalición púrpura, color que sale de combinar las banderas de sus partidos”.
Claro que hoy el panorama es mucho más complicado. Holanda, quinta economía de la zona euro, salió de la recesión a finales del año pasado pero a un precio muy alto, que ha disparado el déficit hasta el 6,6% del PIB, la mitad, aproximadamente que en España, pero un escándalo para una sociedad muy escrupulosa con la disciplina fiscal.
Mark Rutte aboga por recortes amplios y rápidos, pero Job Cohen prefiere que sean más modestos y a más largo plazo. Ayer reiteró su compromiso con las políticas sociales de las que depende una población cada vez más envejecida y, también, más multiétnica.
Geert Wilders, líder populista, explota el miedo de gran parte de la sociedad a perder su identidad. La inmigración parecía que no iba a ser decisiva en estas elecciones, pero su gran resultado
sobre todo a las clases trabajadoras-sin perjudicar a los inmigrantes . Krouwel cree que es imposible satisfacer a ambos grupos. Su colega Paul Sheffer, sin embargo, no es tan pesimista: “A largo plazo, la inmigración nunca ha sido una fuerza divisoria en la sociedad. Pero (para alcanzar esta convivencia) es necesario que los holandeses nos hagamos una idea de cómo vemos a los musulmanes como parte integrante de nuestra sociedad”.
Wilders y sus seguidores esperan no verlos nunca. El miércoles por la noche reafirmó, bajo una lluvia de confeti, que Holanda había votado por “más seguridad, menos inmigración y menos islam”. También dijo que quería estar en el próximo gobierno. Rutte, sin embargo, es muy improbable que le abra la puerta, aunque en el complejo y secreto mundo de los pactos políticos holandeses casi todo es posible.
“No hay duda de que esta cultura – explica Sheffer-supone un déficit democrático, porque resta poder a los ciudadanos a la hora de escoger su gobierno”. Al mismo tiempo, sin embargo, obliga a un gran consenso en las políticas de Estado, aunque a costa, con mucha frecuencia, de una alta inestabilidad. Las coaliciones, por regla general, tiene corta vida.
Balkenende, el primer ministro que anteayer dejó el liderato de su partido al haber perdido 20 escaños, presidió cuatro en apenas ocho años. No hay garantías de que esta nueva coalición púrpura, si es que llega a nacer, no corra la misma suerte.
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