La segregación racial lastra la educación de los hijos de inmigrantes

La escuela negra

La Vanguardia, , 09-06-2010

XAVIER MAS DE XAXÀS – Amsterdam. Enviado especial

Aceptar mezquitas no significa perder el derecho a criticar el islam, dice el politólogo Sheffer
Tres de la tarde. Salida del colegio Louis Bouwmeester, un centro de infantil y primaria en Slotevaar, el barrio del que hace cuatro años salió el asesino del cineasta Theo van Gogh, un crimen que sacudió Europa por lo que significaba de choque inevitable de culturas.

Decenas de madres y abuelas, y algún que otro padre, esperan a sus hijos. Casi todos son musulmanes, casi todos marroquíes. No se oye hablar holandés. Las mujeres se tapan como lo harían en Rabat o en El Cairo. Pañuelos, abrigos, túnicas, y también unos cuantos niqabs.

“Esta es una escuela negra”, explica Ingrid Jans, maestra de parvulario desde hace cuatro años. “Cuando llegué había un tercio de holandeses blancos, un tercio de marroquíes y un tercio de surinameses. Hoy, los blancos son testimoniales, menos del 5%, lo que lastra la enseñanza. Cuanto más diversidad hay, mucho mejor”.

Unas horas antes, Paul Sheffer, en el amplio despacho de su casa vertical cerca del Amstel, explicaba el gran reto de la integración. Hace diez años, este politólogo especialista en inmigración provocó un debate, aún inconcluso, al dar por obsoleta la multiculturalidad. “Tiene mucho más que ver con la indiferencia y la ignorancia que cualquier otra cosa”, asegura.

Ignorar al diferente sigue siendo la primera opción de la mayoría de los holandeses, protestantes y calvinistas muchos de ellos, que no entienden por qué han de aceptar por las buenas que en el país haya más de 500 mezquitas. “Porque la libertad religiosa es uno de los principios de nuestra Constitución”, les responde Sheffer. Y añade: “Aceptar la libertad religiosa de los musulmanes, sin embargo, no quiere decir renunciar a la libertad de expresión que me permite criticar su religión, que es lo que hacía, en gran parte, el multiculturalismo”.

Entre los 16,6 millones de holandeses hay un millón largo de inmigrados. El 5% de la población es musulmana y dentro de 20 años uno de cada tres holandeses tendrá un pasado familiar de inmigración.

El futuro para esta gente puede que no sea tan bueno como el presente, como reconoce Sheffer. Los inmigrantes gozan hoy de una gran representación política. El alcalde de Rotterdam es de origen marroquí y el número dos de la lista socialdemócrata nació en Anatolia. La segunda generación, sin embargo, no crece con las mismas oportunidades de trabajo. A la discriminación racial hay que añadir su deficiente preparación. El 40% de los niños inmigrantes deja la escuela sin un nivel de estudios óptimo. Dos de cada tres jóvenes que no terminan el bachillerato son de familias inmigradas.

“No es fácil”, reconoce la maestra Jans, sentada en el centro del aula vacía, con fotos en la pared de una hormiga (mier)ydeuna abeja (bee).A sus alumnos les cuesta hablar y leer holandés. “Obligo a las madres a pasar cada mañana media hora con sus hijos en esta aula. No me importa lo que hagan, siempre y cuando, a ser posible, sea en holandés”. “Pero no es nada fácil – concluye Sheffer-.Desean que sus hijos tengan éxito, pero, al mismo tiempo, temen perderlos si lo alcanzan”.

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