La semilla del voto contra la inmigración
El racista holandés Wilders es fuerte en barrios con más de 65% de extranjeros
El Periodico, , 08-06-2010Sentado en una silla delante de su ferretería, Arnold van der Kamp es el típico votante del xenófobo y derechista Geert Wilders. Vive y trabaja en Oude Noorden (Viejo Norte), un barrio de Rotterdam que, según una lista del Gobierno holandés, es el tercero más degradado del país. Una lista en la que figuran también otros cuatro barrios de esta gran ciudad portuaria. En Oude Noorden, el 65% de la población es inmigrante, la mayoría de Turquía y Marruecos. Y Arnold, que lleva 40 años viviendo aquí, los mira con recelo, cierto odio casi. «Todos van en coches grandes pero cobran del paro, el bar aquí al lado es un punto de encuentro de la mafia, por la noche nadie se atreve a salir a la calle y en mi casa llevo seis cerraduras porque ya me han robado cuatro veces», dice. Sí, añade, él vota Wilders, «porque es el único que se atreve a plantear abiertamente el problema que sufrimos».
Arnold van der Kamp tiene 67 años y siempre había votado al Partido Laborista, el PvdA. Pero los desaciertos de todos los partidos tradicionales con la inmigración, permitiendo que en las grandes ciudades los extranjeros se concentraran en algunos barrios concretos, ha empujado a estos electores hacia los populistas de extrema derecha, primero la lista de Pim Fortuyn, que murió asesinado poco antes de las elecciones del 2002, y después a la de Wilders, el hombre que endureció aún más el discurso contra los inmigrantes y, sobre todo, el islam.
Van der Kamp votará mañana el Partido por la Libertad (PVV) de Wilders, pese a que este ha perdido fuelle en los últimos meses. Hace menos de medio año, Wilders casi llegaba a liderar las encuestas y crecía la posibilidad de que el xenófobo se convirtiera en primer ministro. Pero al agravarse la crisis económica, el debate político se alejó de la inmigración, aunque en la calle sigue presente, pero más moderado ya de lo que pretende Wilders.
Chaleco antibalas
Cinco kilómetros al sur, en la Universidad de Rotterdam, en un debate televisado entre los líderes de los seis mayores partidos, el derechista insiste, sin embargo, en su discurso. «Yo tengo que debatir aquí con un chaleco antibalas por expresar libremente mi opinión. Pero no me arrodillaré ante el islam, como hacen otros. Yo defenderé a los ciudadanos ante todos esos marroquís que atemorizan barrios enteros».
Como rival enfrente tiene al socialista Job Cohen, exalcalde de Amsterdam, que en su ciudad siempre quiso solucionar este tipo de problemas con el diálogo. «Usted –le dice a Wilders–quiere excluir a todos los musulmanes, cuando la mayoría de ellos siente vergüenza por el radicalismo. El mismo radicalismo que usted propaga». Para Cohen, hay bastantes buenos ejemplos suficientes, y esos se pueden ver también en un barrio como Oude Noorden, donde el turco Alí ha galardonado su bar con banderas de Holanda, ante el inicio del Mundial de fútbol. «Después de tantos años aquí, me siento holandés», dice, esperando que Wilders no se alce con la victoria política. «Eso significaría la guerra».
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