SIN PERMISO

Bajo el burka

La Vanguardia, , 08-06-2010

M. Dolores García
Una docena, quizá, de mujeres se asoma a nuestras calles bajo un burka. Y, sin embargo, Catalunya vivirá estos días un debate que promete ser tan efervescente como preñado de despropósitos. La izquierda tilda de electoralista la iniciativa de varios ayuntamientos de prohibir el burka en dependencias públicas, mientras que la derecha le reprocha que se escondan bajo el ala del buenismo con la excusa de que el fenómeno es minoritario. Pues algo de razón hay en ambos bandos.

Que sean pocos los casos no significa que no haya que abordarlos en algún momento. Ya existe una legislación que protege a las mujeres de las coacciones y agresiones incluso en el ámbito doméstico. En teoría, pues, no sería necesario prohibir el burka o el niqab con el argumento de la defensa de la mujer. Pero esa postura parece demasiado cómoda.

Vestir un burka sugiere un intento de borrar a la mujer del espacio público, recluyéndola dentro de un trapo, actitud alejada de la defensa de la dignidad de las personas. Nos asusta que la imagen del burka se extienda revelándonos lo frágil que puede resultar nuestra convivencia con una parte de la población inmigrante que exhibe creencias distintas. El anhelo de cortar por lo sano, sin embargo, no es tan sencillo. En una sociedad democrática no siempre es fácil compatibilizar la libertad personal, la vida privada, la libertad de pensamiento y religiosa y el derecho a la seguridad. El comisario europeo de Derechos Humanos asegura que prohibir el burka es como condenar al dibujante danés amenazado por publicar caricaturas de Mahoma con bomba en el turbante. No es, en todo caso, un asunto que pueda tratarse una tarde en un salón de plenos.

Quizá por su complejidad, el debate sobre el burka no estaba en la agenda de las fuerzas políticas. Pero la realidad es más rápida que los partidos. Y algunos alcaldes palpan a diario el malestar creciente en barrios donde la población inmigrante deambula sin perspectivas de encontrar trabajo. Esos alcaldes – de diferentes colores políticos-temen que opciones lepenistas irrumpan en sus consistorios en unos meses. Municipios como El Vendrell, Cervera, Tàrrega o Vic plantearán en los próximos días la prohibición del burka. Pues bien, en las últimas elecciones, una formación xenófoba obtuvo cuatro concejales en El Vendrell, dos en Cervera, dos en Tàrrega y cuatro en Vic. Un partido que mezcla la inmigración, el paro, la delincuencia y el reparto del gasto social es una bomba para cualquier alcalde. Así que, efectivamente, puede que actúen por electoralismo, pero no por ello su preocupación está mejor justificada. El problema es que si el debate del burka es complejo, no digamos ese cóctel de condiciones negativas a las que se enfrentan los alcaldes. Y no se resuelve prohibiendo que las mujeres se paseen tapadas hasta las cejas.

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