Respuestas ante el burka
La Vanguardia, , 07-06-2010Enric Sierra
No es tema de oportunidad política, sino una cuestión que afecta a los principios de nuestra sociedad
Demasiadas veces nos hemos quejado de los políticos que no han sabido adelantarse a los conflictos y que no han previsto soluciones antes de que los problemas se conviertan en un mal mayor. En nuestro pasado más reciente tenemos ejemplos, aunque el más evidente ha sido el de la inmigración. Mediada la década de los noventa muchos expertos alertaron de la inminente llegada masiva de extranjeros y aconsejaron cómo debíamos abordar este fenómeno para no incurrir en los mismos errores que otros países cometieron antes.
Con la perspectiva que nos da el tiempo transcurrido vemos que no se atendieron muchos de aquellos consejos y se aplicó la política del buen rollito pensando que a nosotros no nos iba pasar lo mismo que a nuestros vecinos. La inmigración nos ha traído cosas muy buenas y otras no, pero hemos errado al esconder lo malo o, lo que es peor, al negarlo. En este contexto se circunscribe la afirmación del conseller de Interior cuando contó que no había visto ningún burka por la calle. Está claro que no es una indumentaria de uso masivo pero existir en algunos de nuestros municipios, existe. Sólo hay que pasearse por Ciutat Vella para ver la impactante imagen de mujeres enjauladas caminando apresuradas porque sus maridos las obligan a que nadie las vean salvo ellos.
En esta política de mirar hacia otro lado se debe enmarcar la actitud tibia y a menudo silenciosa del movimiento feminista o de las instituciones públicas que trabajan en ese campo y que tan beligerantes y contundentes se muestran en otras situaciones vinculadas a la población autóctona. Esa hipocresía ha quedado desenmascarada en las últimas semanas gracias a los alcaldes, principales conocedores de la realidad en sus calles y curtidos por los errores del pasado. Especialmente acertada ha sido la aportación de la alcaldesa de Cunit, la senadora Judith Alberich, cuando ha afirmado que, precisamente porque todavía no se ha convertido en un conflicto, el asunto del burka debe ser ahora motivo de debate y resolución firme, sin titubeos.
Es mucha la lucha que durante décadas ha librado nuestra sociedad por conseguir los derechos y libertades que gozamos como para que no podamos decir alto y claro que no aceptamos que ninguna niña sufra una mutilación genital, como sigue sucediendo sin que nadie esté en la cárcel por ello, ni que haya ni una sola mujer que evidencie públicamente que vive sometida bajo su impuesta capucha. No estamos ante una cuestión de oportunidad política, como han señalado algunos, sino ante un debate más profundo que afecta a los principios sobre los que se cimienta nuestra sociedad. Que algunos de nuestros dirigentes estén atentos a esos fundamentos no sólo no está de más sino que es su obligación aunque duela a ciertos silencios cómplices o al discurso políticamente correcto.
(Puede haber caducado)