¿Está la crisis económica resintiendo la imagen que tenían los españoles de los inmigrantes?
Está condicionando esa percepción. Las personas tienen miedo a la crisis y a una competencia por los recursos públicos o por las oportunidades laborales que puedan surgir.

¿Teme el Gobierno que se produzcan manifestaciones racistas o xenófobas?
 Hasta ahora España ha sido un ejemplo de convivencia. La sociedad ha asumido la inmigración de una forma admirable, pero no es lo mismo un barrio con una presión migratoria del 40% frente a otro con el 10%. Puede haber grupos interesados en intentar azuzar estas divergencias. La gente descarga el miedo en el diferente, en el otro que es más vulnerable ahora mismo.

¿Por eso a la población le cuesta tanto encontrar aspectos positivos en la inmigración y es tan fácil hallar lo negativo?
El porcentaje de personas reacias a la inmigración se ha contenido, el dato es el mismo que años anteriores. Las tolerantes han pasado de un 29 a un 33 por ciento. Y las ambivalentes se mantienen. Más españoles ven la diversidad cultural que aporta la inmigración como algo positivo y eso es bueno.

¿Qué respuesta va a dar el gobierno para evitar que se enrarezca la convivencia?
 Tenemos un plan estratégico de ciudadanía e integración. El gobierno ha apoyado con recursos a ayuntamientos y comunidades autónomas, pero estábamos en un estado primario de la inmigración. Ahora hay que trabajar la diversidad, la convivencia y favorecer espacios de encuentro.

Llegan menos inmigrantes, pero persiste la idea de que son demasiados…
Esa percepción se arrastra desde 1996, sobre todo, aunque suene contradictorio, en las comunidades autónomas, donde hay menos peso migratorio. Esto tiene que ver con la imagen que de la inmigración se da en los medios de comunicación, en los discursos públicos o privados.