carreras populares el otro lado de la competición

La terminal

Etsub Kassahun y Taferi Unde vinieron de Etiopía pero un mánager les dejó tirados en Barajas wAhora se forman en Amorebieta junto a Txomin Martín y su compatriota Brhane Ragassa

Deia, igor g. vico, 09-05-2010

Addis Abeba queda lejos. El cuerno
inmenso de África se extiende bajo el influjo del Mar Rojo y el Océano
Índico. Mojan las costas de Somalia, Yibuti y Eritrea. Entre estos
países se encuentra Etiopía. Es su centro. En medio está Addis Abeba. La
capital. Casi tres millones y medio de ciudadanos habitan la ciudad en
la que conviven más de 80 nacionalidades y lenguas, además de
cristianos, musulmanes y judíos. Una pequeña torre de Babel que domina
estratégicamente el continente. Es una atalaya, ya que su punto más bajo
está a 2.300 metros de altura, lo que facilita el cultivo de fondistas.
De esta manera, la sangre se oxigena y el esfuerzo se economiza. Ocurre
que la historia de Taferi Unde y Etsub Kassahun nace desde el punto más
bajo de la ciudad. Desde el Aeropuerto Internacional Bole, del cual
parten rumbo a Madrid. De forma casual nace una amistad. Una palabra. Un
sueño. “El 28 de septiembre de 2008 venimos a correr el Medio Maratón
de Zaragoza”, señala Etsub, quien la semana pasada quedó segundo en la
Milla de Bilbao, sus ojos se muestran huidizos pero seguros, no esquiva
las palabras, cerca los sentimientos, los recuerdos, que centellean en
su mente.

Agridulce fue aquel día. “Un mánager les convenció para que vinieran
en avión hasta Barajas e ir a correr a Aragón. Cuando llegaron al
aeropuerto no había nadie esperando”, remienda Txomin Martín, su actual
entrenador y confidente. Evocan la terminal, los vaivenes de gente, las
situaciones comprometidas y la disección de vestuario. Recuerdan los
bancos, el blanco de las paredes y estar en una esquina. “Imagínate qué
situación. Ponte en su lugar”, lanza el técnico la pregunta al aire. El
silencio incómodo abarrota la sala. “No sabían ni una gota de
castellano. En esa situación… ¿Dónde vas? ¿Qué coño haces?”, siente
sus palabras Txomin, quien revela el movimiento de entrañas que recorre
su cuerpo al rememorar la situación. En los momentos críticos nacen las
bondades más íntimas del ser humano. Entonces apareció ella. “Llevábamos
ropa de deportista, el chándal de nuestro país, cuando se acercó una
chica de Bilbao para hablar con nosotros. Yo hablo un poco de inglés y
en el avión entablamos conversación con aquella mujer”, desgrana
Kassahun. Tras el traqueteo de las maletas y el trastabillar de la
burocracia, los atletas llamaron a su supuesto mentor. Nadie cogió el
teléfono. “Era sábado y dijo que no podía venir a buscarnos”, añade
Etsub. Ellos quedaron en una esquina, desconsolados, desconcertados y
“tirados como perros”, según relata Txomin. La mujer les observó en
tamaño vericueto y procedió a preguntar por la situación. Su respuesta
acabó por acercar a los etíopes a Bilbao. “La única solución era
traernos aquí, a su piso, y darnos cobijo unos días”. Así fue. “Suerte
que coincidieron con ella”, remata Martín.

Pasados los días. Grises. Alejados de sus hogares, Etsub y Taferi
conectaron con el zornotzarra. “Coincidía con mis últimos días como
profesional y el inicio de una nueva etapa. Para mí fue todo un reto
hacerme cargo de gente de esta talla. Ahora contamos con seis etíopes
- tres de ellos están en Torrelavega – y una portuguesa, Aparecida Mendes,
campeona de la Herri Krosa”, esgrime el técnico. Entre Durango,
Amorebieta y Bilbao asfaltan sus sueños estos deportistas. “Nuestra
primera carrera fue la Milla de Barakaldo”, recuerda con precisión Unde.

llega ragassa Bhrane Ragassa
llegó hace siete meses. Es la más tímida. “Entiende todo pero aún le
falta soltarse a hablar, es muy vergonzosa”, analizan Etsub y Taferi.
“Vivimos en un piso los tres juntos, lo hacemos como si fuéramos una
familia”, añaden. Todas las mañanas, los tres atletas, que ya se
conocían de su país de origen, despiertan a un tabique de distancia.
Allí eran amigos. Ahora son algo más. “Es complicado vivir aquí. En
cuanto a que tenemos nuestra casa y a nuestros familiares al otro lado
del mundo”, comenta Etsub, quien actúa de portavoz, dado que posee más
facilidad de palabra que sus compatriotas. “Con las carreras pagamos
como podemos el alquiler, además nos ayuda Txomin. Pero es que también
hay que sumar agua, luz, gastos…”, remienda el atleta.

Sucede que pasados los primeros instantes de incertidumbre en
Bizkaia, la situación se agrava con la falta de documentos. “Sin papeles
no podemos trabajar ni ganarnos la vida de otra manera. Asimismo, no
podemos competir en otras carreras que no sean las internacionales o las
populares”, sostiene la terna de etíopes. El sueño son los papeles. La
posibilidad de actuar como ciudadanos europeos y tener todas las
garantías. Sin embargo, tras dos años aquí los anhelos también
evolucionan. “En cuanto consiga la ciudadanía, yo, personalmente, quiero
conseguir la nacionalidad y competir por España”, remacha Etsub. Sus
compañeros asienten. “Como Alemayehu Bezabeth”, señala. “Estamos
trabajando en conseguir la documentación que necesitan. Mediante una
chica de inmigración estamos intentando lograr todo lo necesario para
que puedan trabajar. Llevan ya dos años aquí, deberían estar como tienen
que estar: legalizados, corriendo y trabajando”, manifiesta Martín.
“Cuando llevemos tres años aquí queremos conseguir los papeles. Si un
club nos ofrece un contrato, también los lograríamos. Por ahora
entrenamos mucho y ya se ven los resultados”, dice Kassahun. Tanto por
la mañana, en la que hacen las labores de rodaje, como por la tarde, en
la que completan series, dan rienda suelta a sus capacidades.

Mientras tanto, los resultados van surgiendo. “Con las sesiones
diarias vamos logrando buenos puestos. Sin embargo, no hemos tenido
suerte con las lesiones. Etsub tuvo problemas con los gemelos y Taferi
cargas en las piernas. Mientras, Brhane está arrasando en todas las
carreras”, explica Martín.

vivir en amorebieta “Esto es
muy tranquilo, lo preferimos a Bilbao”, declaran los atletas. “Ya hacen
su vida por aquí. La gente los ve pasar y dicen: ¡Mira! Ahí van los
fondistas de Amorebieta. Ya tienen su cuadrilla aquí, van al
supermercado, a hacer sus compras. Hacen su vida normal y los vecinos
están muy contentos con ellos”, explica Txomin. “Yo muchas veces les
digo que cuando puedan marchar a su país van a irse con lágrimas en los
ojos”, finaliza el técnico; mientras sus pupilos asienten.

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