Dramas de la migración laboral

El Universo, Yolanda de Rojal, 07-05-2010

GINEBRA |

La marea de migraciones ha ocurrido desde siempre y seguirá ocurriendo como parte de la historia humana. Actualmente, es la migración laboral el mayor fenómeno que afecta a las naciones. Con gran frecuencia los países que reciben a los migrantes no reconocen los innumerables sacrificios de ellos pese a los enormes beneficios que generan, tanto para la economía de los países de origen como para los de destino.

Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre la crisis económica mundial enfatiza “un enfoque fundado en los derechos para ofrecer un trato justo a los 105 millones de trabajadores migrantes del mundo”. De hecho, estos migrantes que huyen de la adversidad para encontrar una vida mejor basada en las oportunidades que ofrecen los “reinos de la abundancia”, ignoran que esos reinos pueden ser espejismos y a menudo se topan con salarios muy bajos, sin protección social, carencia de trabajo decente con horarios fuera de lo común, inseguridad, discriminación, exclusión social y xenofobia. Numerosos son los que caen en manos de traficantes de seres humanos, de drogas y todo tipo de violación a los derechos humanos, en particular si tienen un estatuto irregular.

En Ginebra existe una asociación laica digna de aplauso llamada Espacio Solidario Pâquis, sin fines lucrativos. Ella otorga ayuda a inmigrantes con o sin papeles, de todas las nacionalidades, credos y lenguas, proporcionándoles gratuitamente un almuerzo diario y cursos de francés a fin de que puedan integrarse rápidamente al mundo laboral y, sobre todo, están a la escucha de sus dificultades. El hecho de conocer al suizo Francis Hickel, uno de sus más activos participantes y con largo trayecto en derechos humanos, me dio la oportunidad de entrevistar a la ecuatoriana Angélica Beltrán, profesora de matemáticas en su país y madre de una joven y de un niño, y al colombiano Eisenhower Rodríguez, ambos en posesión de papeles legales. Como la mayoría de ecuatorianos que enfocaron España como tabla de salvación, Angélica llegó a ese país en 1996 con muchas ilusiones, pero la realidad fue otra. Empezó a trabajar a los tres meses de haber llegado luego de situaciones muy duras. Su hija, quien después de varios viajes se quedó en España cuando era una adolescente, “se involucró con gente indeseable”, según sus propias palabras, pues no podía ocuparse de ella por sus horarios inhumanos de trabajo.

En cuanto a Eisenhower, llegó a realizar dos semestres de arquitectura en su país, sin poder continuar por falta de medios y es otro de los que deambulan por el mundo en busca de mejorar su vida y la de los suyos. Al igual que Angélica, abandonó España debido a la crisis de empleo en ese país. Por el momento no consiguen ningún tipo de trabajo, siendo el idioma una de las principales barreras. Para ambos, hasta ahora Suiza es otro inabordable reino de la abundancia.

Los dramas desgarradores que se esconden tras algunos migrantes que dejaron todo para ir en pos de una vida digna para su familia dejan siempre un sabor amargo de injusticia, pues son numerosos los que no alcanzan sus objetivos.

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