Apocos kilómetros de aquella amalgama de tópicos que Danny Boom rentabilizó en taquilla con ‘Bienvenidos al Norte’, existe otra realidad que ni siquiera el voluntarioso Philippe Lioret se atreve a escenificar con crudeza. Lo intenta con ‘Welcome’, una tragedia, filtrada, que personaliza en la figura de un joven del Kurdistán iraquí la odisea clandestina de miles de inmigrantes anónimos, pero la dimensión del problema es tan terrorífica que una sola película no basta.
El mensaje político que lanza Lioret está claro: cuando la solidaridad es una actitud proscrita por las leyes no tenemos motivos para sentir orgullo de pertenecer a Europa. La buena conciencia del ciudadano medio tiene la cara de Vincent Lindon, un profesor de natación maduro que trata de rescatar los restos de un matromonio roto con un gesto de gracia; o ‘ponga un probre en su mesa’, que diría Berlanga. El sentimiento de culpa es una herida que se cierra con una limosna, pueden probarlo, pero no cicatrizará hasta que atajemos la raíz del problema. En este sentido, Lioret nos ofrece una dádiva generosa, aunque prefiere mitigar los efectos del drama migratorio con pequeñas dosis de humor amargo servidas en ráfagas. Loiret no es tan explícito y combativo como Ken Loach, ni le seduce la idea de filmar los modernos campos de concentración de inmigrantes (véase ‘Last Resort’ de Pawel Pawlikowski), de manera que ‘Welcome’ se convierte en la historia de dos hombres que nadan a contracorriente para recuperar el amor al borde del Canal de la Mancha.
Los recursos fílmicos que utiliza Loiret son limitados, una evidencia que se agiganta vertiginosamente cuando a su cámara le toca rodar escenas acuáticas. El que escribe hubiese optado por elidirlas, o se habría decantado por trazar paralelismos entre el personaje al que da vida Lindon y ‘El nadador’ de Frank Perry, pero el director se decanta por el subrayado con línea gruesa, filmando un cine social al gusto de todos los públicos que no cae en la torpeza de afear el conjunto utilizando gases lacrimógenos.