"Desde hoy vivo en el coche"

Detrás de las cifras de la EPA hay vidas humanas y miradas rotas, como la de Dimitri Ermolenko, un hombre de 45 años, que a partir de hoy, sin trabajo, dormirá en la parte trasera de su coche...

Diario de Navarra, IVÁN BENITEZ . PAMPLONA., 01-05-2010

VIERNES negro en Navarra y víspera del Día Internacional del Trabajo. Son las nueve y media de la mañana en la cola del paro de la Oficina de Empleo del Segundo Ensanche. Rubén Gaviria, de 32 años, y su esposa Nerea Alonso, ponen nombre y apellido a las 4.900 personas que este trimestre han perdido el trabajo en la Comunidad. Llevan un mes en el paro. Él es mecánico y ella operaria. Rubén se ha acercado a la oficina para sellar la tarjeta de desempleo.
A Nerea le han llamado de una entrevista de trabajo, “pero es sólo para fines de semana”, se apresura a subrayar. “No se puede rechazar”, afirma preocupado.

A unos metros de la oficina, la televisión de un bar cercano vomita los peores augurios económicos: en España existen 1,3 millones de familias enteras en el paro, el peor dato desde 1997. Las cifras se desmoronan sobre las nucas del puñado de hombres y mujeres que en ese instante almuerzan en silencio. Ninguno alza la mirada.

Las puertas de la oficina prosiguen con su banquete particular y siguen engullendo la desazón de unas vidas rotas – sírvase de ejemplo: el día anterior, jueves, se apuntaron al paro en la Oficina de Empleo de Yamaguchi 50 personas: 33 fueron hombres y 17 mujeres – .

Un hombre de 45 años, con gesto serio y mirada azul, se sienta con torpeza en una de las sillas rojas de la sala de espera. Del cuello le cuelga un móvil. Su nombre es Dimitri Ermolenko y procede de Ucrania. “A partir de mañana”, por hoy, “me toca vivir en la calle y es la tercera vez estos últimos meses. Soy minusválido”. Padece una limitación funcional en la columna. “Es algo genético”, advierte, “al verme así de frágil, ¿quién te va a contratar?”.

Dimitri era muy joven cuando un día decidió dejar su casa en busca de una vida mejor. “En mi país la gente se moría de hambre”, explica. Recorrió Europa y en Francia se alistó en la legión francesa. Allí conoció a varios españoles. Lo que le motivó a cruzar la frontera. En el 2000, adquirió el permiso de residencia y en el 2005 llegó a Navarra. Trabajó con contrato de minusvalía en varias empresas, pero no duró mucho. “¡Te contratan y después te despiden. Es inhumano!”, exclama. “No me queda nada de dinero!”, saca su cartilla, la muestra. “Debo 293 euros al banco”. Dimitri sólo tiene 4 meses de paro y no le salen las cuentas: el alquiler de la habitación, las letras del coche, comer, medicamentos y enviar dinero a su madre que se encuentra muy enferma en Ucrania… “Voy a aguantar un mes en el coche y en cuanto lo venda regresaré a mi país. Mi madre está muy enferma”.

“Vivo con 100 euros”

El Instituto de Estadística de Navarra (EIN), una vez más, confirma que el sector más perjudicado ha sido el sector de la construcción. Isaac Franco, al igual que Rubén y Nerea, también quiere poner rostro a estos datos malditos. Este inmigrante boliviano de 44 años, forma parte de las 2.900 personas que han perdido su empleo desde comienzo de año. Con la mirada perdida en los números rojos de un panel, pronuncia: "Todo lo que ofrecen es en “negro”, sin contrato, sin Seguridad Social…". Isaac avanza hacia la mesa del funcionario. Se cruza con Álvaro, un pamplonés de 54 años. Ni se miran.

Álvaro está separado y tiene una hija de 20 años. “Subsisto con 100 euros al mes”, dice desolado, " cobro 420 euros por el subsidio y paso a mi ex – mujer 320 euros al mes. No me queda más remedio que vivir en casa de mi madre". Se le hace un nudo en la garganta y se despide. Maite coincide con él en el umbral de la puerta. A sus 56 años, al igual que a Álvaro, se le ha complicado la vida al cumplir los 50. Maite perdió su empleo de administrativa hace seis años. “Es una situación espantosa. He solicitado el subsidio por ser mayor de 52 años pero me lo han denegado”.

Los dramas personales se amontonan en el interior de este edificio. Fernando, de 31 años, es músico profesional y asegura que en este último año ha firmado tantos contratos como fines de semana. A su lado, Ana Fernández, una estudiante de Comunicación Audiovisual de 24 años, se pronuncia pesimista con su futuro. “Seis años estudiando para estar en casa tirada, me pego un tiro”.

Las estadísticas apuntan que de cada 100 personas dispuestas a trabajar, más de 12 no pueden.

El marroquí Abdelkrim, acude a la oficina a solicitar el subsidio. Empuja la sillita de bebé de sus hijos gemelos. “Hace dos días que me han dado de baja en la empresa de limpieza”.

Son las once y media de la mañana. La Oficina de Empleo del Segundo Ensanche sigue engullendo unas vidas rotas.

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