Tribuna abierta

Detrás del velo

Diario de noticias de Alava, Por Gabriel Mª Otalora, 29-04-2010

La polémica está servida, aunque no es la primera vez que surge cuando una alumna se presenta al centro escolar con la cabeza cubierta por un velo islámico (hijab). El tema es complejo y, posiblemente, no hay una solución idónea. Lo que es seguro es que exige más reflexión, rigor y mejor voluntad. En primer lugar, no es un pañuelo cualquiera. Es una prenda con un fuerte significado religioso y cultural que, para muchos, actúa como signo público de dominación y que, además, señala a sus portadoras como sujetos de desigualdad. Sin embargo, el uso del velo tiene que ver también con varios enfoques progresistas dentro del mismo Islam, pues no son pocas las mujeres que con el velo defienden otras maneras de reivindicar el respeto y la responsabilidad no tutelada. Incluso al principio, este velo era un signo de liberación de la mujer y, por tanto, haberse convertido a menudo en símbolo de su sometimiento no corresponde al espíritu del Corán; algunos creen que incluso debe desaparecer porque “no es un principio fundamental del Islam”, en palabras de Mahmoud Azab, profesor en la Sorbona de Cultura Árabe. Pero es cierto que el uso del velo también tiene que ver con la sumisión a los maridos, para los que sus mujeres se vistan conforme a la tradición es una cuestión de prestigio y valoración. En segundo lugar, un centro educativo tiene sus normas internas. Y de la misma forma que algunos obligan a los alumnos a ir a clase con un uniforme concreto, otros prohíben llevar la cabeza cubierta. Junto a estas normas, no existen leyes ni reglamentos prohíban llevar a clase la cabeza cubierta con velo islámico. En el Estado francés es donde han desarrollado la legislación en este tema prohibiendo los signos religiosos ostensibles, cuando el 10% de la población es de condición musulmana en su gran mayoría ciudadanos franceses nacidos en la inmigración hasta el punto de que la religión del Islam se ha convertido en la segunda más importante entre los franceses en estas dos últimas décadas. Ante un debate muy difícil de gestionar sin que se queden derechos fundamentales por el camino, partimos de un prejuicio desde el cual metemos en el mismo saco a todos los musulmanes, de lo sensibilizados que estamos con las noticias sobre el fundamentalismo islámico. Sin duda que ellos tienen su asignatura pendiente pero, mientras tanto, no es justo proyectar nuestros miedos (violencia y agresión cultural) contra todos los musulmanes. Discutamos sin prejuicios sobre esta cuestión, que nos va a hacer más tolerantes y respetuosos con ellos y su respeto también se incrementará hacia nosotros. Nadie ha dicho que sea fácil que los musulmanes se integren en nuestra laicidad, al tiempo que desaparezca toda discriminación con las mujeres y con la libertad religiosa, como derechos fundamentales que son. Sin olvidar el sentimiento identitario que algunos sienten amenazado, pero que no parece oportuno explicitar aunque esté ahí, tan evidente como el hiyab. Sin un diálogo profundo y sereno, partiendo de la realidad de la inmigración, parece imposible avanzar en dirección más justa y equitativa. Lo que parece claro es que si cada centro educativo actúa por su cuenta sin otras actuaciones complementarias el problema se va a multiplicar. Al tiempo.

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