Navarra acogía en 2008 a 14.000 irregulares, según la cifra que ofrecía el Ejecutivo foral a través de su portavoz, Alberto Catalán. Sin embargo, en 2009, el número de personas sin papeles se vio reducida a unas 6.537 personas, según los informes que ha elaborado recientemente el Observatorio Permanente de la Inmigración del Gobierno de Navarra.
La irregularidad administrativa es por tanto una tendencia en claro declive, que el año pasado afectaba según el Gobierno foral, a menos del 14% de residentes. Desde entonces ha ido disminuyendo por distintas causas. Entre las más importantes, la regularización extraordinaria de 2005, de la que se beneficiaron en Navarra 7.200 personas que no tenían permiso de residencia. Ese mismo año, se amplió la Unión Europea (que hizo “legales” a miles de búlgaros y rumanos que residían en Navarra sin permiso de residencia).

Mayor control en la aduana

Pero, sobre todo, en los últimos años se ha producido un mayor control por parte del Estado de los flujos migratorios procedentes de Latinoamérica (finalizando la concesión de visados de turista a nacionales de países como Perú, Colombia, Ecuador y Bolivia), que era la principal vía de entrada de irregulares.

Las estadísticas de sin papeles son decrecientes tanto en Navarra como en el resto del país. No obstante, existen nacionalidades con tasas que superan ampliamente la media, como Bolivia y Brasil (país este último desde el que sigue siendo posible venir con visado de turista) o, en menor medida, Ucrania (que apenas emite visados para salir del país).

En unos casos y en otros, el progresivo acceso a la regularidad a través de la vía del arraigo social, tras tres años de empadronamiento, está reduciendo la bolsa de sin papeleshasta ahora existente en Navarra y el Estado.

“Las desventajas de no tener papeles son todas”, expone Eduardo Jiménez Caro, sociólogo de Anafe – CC OO, entidad que atendió el año pasado a 15.000 ciudadanos extranjeros, 2.530 de ellos en situación irregular. “Viven en un continuo riesgo de expulsión, no pueden acceder al mercado de trabajo regular, sufren muchas veces condiciones laborales precarias, abusos, e incluso dificultades para empadronarse”. Las trabas llegan incluso en situaciones cotidianas: “No pueden firmar un contrato para tener teléfono móvil, por ejemplo, o no se les permite canjear ni obtener el carnet de conducir…”