Un mundo de culturas

El Correo, CRISTINA ORTIZ, 29-03-2010

Esta es su casa, aquí está su hogar y su familia. Pero no siempre fue así. Proceden de mundos muy distintos que hoy – como ya hicieran el pasado viernes – tratarán de acercar a los alumnos del IES Montes Obarenes a través de su experiencia y sus recuerdos, pero también de sus bailes y su gastronomía; quizás lo más llamativo a la hora de captar la atención de los adolescentes, curiosos ante lo desconocido y lo novedoso.

La biblioteca del centro se ha convertido durante estos días de jornadas interculturales, en el lugar idóneo para conocer mundo sin moverse de una silla. Otros lo han hecho por ellos; inmigrantes de siete países, lugares de origen que dejaron atrás hace más o menos años, según el caso, y que están recordado en voz alta para los estudiantes de Secundaria.

No es en lo único que se parece la experiencia de los protagonistas de esta historia. Y es que siempre se añora algo de lo que se deja atrás, todos valoran positivamente su experiencia, la acogida que se les ha brindado y las oportunidades que han encontrado tanto ellos como sus hijos, en algunos casos niñas y niños nacidos en la ciudad y para los que el país de sus padres es considerado un lugar de vacaciones pues su vida está aquí.

Están plenamente integrados en la ciudad. De hecho, Fátima Mohallem ha pasado aquí más años que en su país de origen, Marruecos, de donde vino con sus padres cuando tenía 14 años. Primero vivió en Briviesca y ahora en Miranda. En ambas localidades ha pasado ya 18 años y es aquí donde han nacido sus hijas. Conocen nuestra cultura que, en buena parte también es la suya. Un ejemplo, la cocina mediterránea. Paella y huevos fritos forman parte de su menú como el té o el cus – cus. Algo que cree que muchos no saben pese a estar tan cerca. Por eso valora la importancia de este tipo de iniciativas para «que nos conozcan un poco más, vean como somos y que podemos convivir». Se sea musulmán o católico y se lleve pañuelo o no.

Algo que ella se colocó hace sólo dos años por motivos religiosos y que le ha ocasionado rechazo algunas veces. «Al verte con él hay gente que pone una barrera entre uno y otro», reconoció. Pero para ella es importante y lo lleva, algo que, de momento, no hacen sus hijas. «Lo dejo a su elección».

Reconoce que los primeros momentos no fueron fáciles, el idioma fue una barrera importante en su caso, pero «la gente nos acogió muy bien, fue muy amable. Poco a poco nos fuimos adoptando y ahora vivimos muy bien. No hecho nada de menos», reconoció.

254 idiomas y sin español

Positiva es también la experiencia para Celina de Nigeria, el otro país africano con presencia en las jornadas. Ella vino hace 7 años de un lugar con 254 idiomas, donde todo el mundo se entiende en inglés y sin hablar palabra de español.

Lo que al principio le hizo más difícil adaptarse – al margen del frío – y encontrar amigos en un lugar donde las relaciones sociales son menos abiertas que en su país de origen. «Aquí cada uno vive en su casa, no se comparte tanto. La gente se encuentra en la calle». Igual le extraña la laicidad de la sociedad. Ella procede de la parte católica del país, donde las iglesias se llenan y son punto de encuentro, reunión y alegría. Para sus hijos todo ha sido más fácil. Están bien y «donde estás feliz está tu casa», afirmó.

Más fácil fue para el resto de participantes su primer contacto con España. Proceden de América Latina y el idioma es común, aunque las culturas sean diferentes. «Es importante que los jóvenes de aquí las conozcan y que los que son de allí puedan hablar de lo suyo sin vergüenza», señaló Jairo Bernal, llegó de Colombia hace 13 años como refugiado político y le resultó muy fácil integrarse. «No éramos vistos como un problema. Ahora, cuando te ves invadido por la inmigración se puede considerar algo negativo», lamentó.

Aunque tiene claro que la mayoría que sale de su país es porque las circunstancias le obligan, pero en su caso la situación es aún más complicada. Volver puede suponer poner en riesgo su seguridad y la de su familia, «aunque las cosas están mejorando». Quizá por eso no descarta retornar algún día, aunque lo más seguro que lo haga sin sus hijos. «Ellos allí son extranjeros, se han criado aquí», haciendo cosas que allí hubieran sido impensables como salir a jugar a los columpios de un parque público. En Colombia es complicado. «La seguridad es algo de lo que más me gusta de la sociedad española. Es buena aunque nos quejemos de ella».

Hace también 13 años que vino Luis Emilio Scott de la República Dominicana y aunque al principio le resultó duro, ahora su vida está aquí, donde han nacido ya sus nietas. Lo más difícil fue encontrar trabajo, los amigos llegaron rápido y eso, influye mucho. «Nosotros muy charangueros y alegres y conocer gente fue fácil». Aún así no descarta regresar algún día, aunque tiene claro que en Miranda hay más oportunidades para los jóvenes.

Juan Iraola es el recién llegado. Vino de Bolivia hace algo más de 3 años, pero parte de su familia ya estaba aquí. Conocía bien su destino pero cree que su país «pasa de incógnito». El frío, la niebla y la forma de entender el ocio, es lo que más le ha chocado. «Nosotros salimos muchos días a divertirnos. Somos muy fiesteros, muy bailadores». Pero lo importante es adaptarse y lo ha hecho, tiene muchos amigos y se encuentra a gusto, aunque no sabe si éste será su destino definitivo. En principio le gustaría quedarse.

Igual de claro lo tiene Lafaiete Froes de Brito, que llegó de Brasil hace 5 años con la ilusión de venir a Europa «para estudiar, aprender algo más y aportar a mis hijos algo más de cultura». Y cree que acertó. A pesar de las dificultades – esta es una cultura más cerrada, donde cuesta más hacer amigos – poco a poco, vamos mejorando «como personas y profesionales». Desde el principio, vino con la intención de adaptarse y lo ha conseguido. «Si toda la sociedad se mueve en un sentido y tú en el contrario, tendrás dificultades». Además, sus hijos no conocen otra forma de vida.

Pero es importante que conozcan las costumbres de sus orígenes. Así lo cree Gelma Gomán, que vino de Ecuador hace ya 10 años. Aunque sólo sea por eso, las jornadas interculturales ya merecen la pena. Sirven para mantener muy presente el recuerdo de los que dejó allí, pese a que crea que «tu tierra no es la que te vio nacer, si no la que te da de comer». Sus hijas llegaron muy pequeñas y «España es su tierra», concluyó.

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