LA ÉLITE DE LAS CALLEJERAS

Las prostitutas rumanas y búlgaras critican los robos a clientes y marcan distancia con las africanas

El grupo prohíbe trabajar por menos de 50 euros

El Periodico, , 26-03-2010

DAVID PLACER
BARCELONA

Son la élite de la prostitución en la Rambla o, al menos, así se sienten. Critican la forma de trabajar de sus compañeras africanas, a quienes acusan de robar, hacer escándalo público y tener sexo en plena vía pública, algo que ellas -aseguran- nunca harían porque están acostumbradas a hacerlo en habitaciones privadas y con discreción. «Solo lo hacía en la calle cuando estaba embarazada, porque no podía subir las escaleras para ir a la habitación», explica Karolina (nombre ficticio), una rumana de 21 años.
Karolina dice no mantener ningún tipo de relación con las prostitutas africanas ni con las que tienen «novios o amigos raros». Su presencia -dice- casi siempre está acompañada de conflictos en la calle, una situación que confirman los vendedores ambulantes de cerveza. «He visto cómo se han juntado entre todas para pegarle a un turista con sus cinturones y casi siempre los dejan muy mal», explica.
Además de la violencia, para sobrevivir en el mundo hostil de la prostitución, las mujeres también se han visto obligadas a regular su propio mercado. Las rumanas han decidido impedir la llegada de mujeres que cobren menos de 50 euros. Les parece una agresión económica inaceptable. «Si llega una que ofrece un completo por 30 euros, la echamos entre todas y la obligamos a irse al barrio chino. Aquí todas cobramos lo mismo, 50 euros para nosotras y 10 euros para la habitación», agrega Karolina.
El pacto de tarifas suele mantener una buena convivencia. Y casi todas encuentran clientes, pese la fuerte presencia policial. La madrugada de ayer, a las tres, todas habían conseguido clientes, excepto una mujer embarazada. «No hay muchos clientes y no he tenido suerte», explicó.
Aunque niegan estar a las órdenes de un proxeneta y dicen trabajar por su cuenta, todas pagan una comisión por mantener relaciones en las habitaciones.
La Guardia Urbana sostiene que el 90% de las prostitutas rumanas de Barcelona están controladas por redes de explotación sexual. En todo caso, las rumanas trabajan muchas horas. Llegan a las ocho de la noche y allí se quedan hasta que abren las discotecas. Allí van de fiesta como cualquier joven de su edad a intentar conocer «buenos chicos».

Un trabajo en Madrid
Las rumanas se describen como más discretas, enemigas de los gritos y de cualquier actitud que pueda llamar la atención de la policía. También se sienten privilegiadas por ser europeas, una condición que las libra de pasar una noche en el centro para inmigrantes de La Verneda, donde se identifica a la extranjeras y se decide su expulsión del país.
Como casi todas sus colegas, Karolina dice que está a punto de dejar la prostitución. Quiere abandonar esta actividad en septiembre, cuando planifica comprarse un piso y comenzar a trabajar como traductora. También mantiene que un amigo policía ya le ha ofrecido un trabajo en una comisaría de Madrid. Ella confía en él. Ella confía en cambiar de oficio, repite.

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