Miles de subsaharianas llevan años atrapadas en Marruecos
Esclavas sexuales, otro drama de la inmigración
La Razón, 26-03-2010Al menos 4.500 subsaharianos llevan entre uno y cinco años retenidos en condiciones inmundas.
MADRID – Miles de personas huyen de la guerra y la pobreza que asolan países como Congo, Nigeria o Camerún. Parten con la promesa de una vida mejor, de un «paraíso» europeo que difícilmente alcanzarán. Contraen una deuda envenenada.
Muchas mujeres emprenden el viaje cuando aún no han cumplido los 18 años. Pagan una fortuna por un «billete» sólo de ida. En la peligrosa travesía, suelen ser víctimas de asaltos y violaciones. Cuando llegan a Marruecos, se encuentran con un muro infranqueable por el endurecimiento de las políticas migratorias europeas, un bloqueo que les impide alcanzar su objetivo o regresar a su país, un limbo que las aboca a la esclavitud sexual. Así lo refleja el informe «Violencia sexual y migración. La realidad oculta de las mujeres subsaharianas atrapadas en Marruecos de camino a Europa», presentado por Médicos Sin Fronteras.
Cientos de mujeres, muchas de ellas menores de edad, incluso niñas, son empujadas a pagar supuestas nuevas deudas en un infierno de violencia e intimidación que suele prolongarse durante años. Algunas llevan atrapadas más de cinco años en condiciones inmundas en campamentos improvisados de localidades como Oujda o Maghnia, en la frontera de Marruecos con Argelia. MSF calcula que más de un millar de mujeres subsaharianas malviven en estas condiciones, aunque temen que las cifras reales sean mucho más elevadas por el miedo de las víctimas a denunciar.
«No acuden a las autoridades por temor a ser expulsadas», asegura el responsable de operaciones de MSF en Marruecos, Alfonso Verdú. «Una de cada tres mujeres admite haber sufrido violencia sexual, pero esto es sólo la punta del iceberg», añade.
Violencia doméstica
Muchas de las inmigrantes ya habían experimentado la violencia doméstica o sexual en sus lugares de origen. La odisea, a través de países tan inseguros como Mali, Benin, Senegal y Mauritania, a menudo está llena de obstáculos insalvables. Cientos perecen en el intento. Cruzar el desierto no sólo supone enfrentarse al hambre y la sed. Los asaltos y violaciones son moneda de cambio habitual.
Las llamadas «pateras del desierto» –«pick – ups» en las que los inmigrantes viajan hacinados– «tardan tres o cuatro días en cruzar el desierto, cuando no se pierden o las atacan», explica por su parte la asesora de Asuntos Humanitarios de MSF, Concha Badillo. «No hacen paradas por temor a los asaltos, ni para comer, ni para dormir; no paran por nada», resume. Otros se atreven a hacer la travesía a pie. Sólo disponen de un poco de comida y el agua que puedan portar. En esas condiciones, llegar al destino es un milagro. O una maldición, visto lo que les espera. «Una recién llegada a Maghnia es de quien quiera, no puede negarse, no puede irse, todo se paga con sexo», confirmó un lugareño a la organización humanitaria.
Las consecuencias son terribles: enfermedades venéreas, embarazos no deseados, VIH, marginalidad… A pesar de la crudeza de los testimonios –MSF ha podido recoger los desgarradores relatos de 63 mujeres y niñas brutalmente agredidas–, la mayoría de las víctimas prefiere el horror de la esclavitud, la violencia y las humillaciones diarias que la idea de regresar a sus lugares de origen. Mantienen la esperanza de poder llegar a Canarias o a la Península, algo cada vez más difícil merced a la eficacia del sistema de vigilancia por radar SIVE, implantado por España en las vías de entrada habituales de las redes ilegales.
«Las mujeres no tienen un proyecto migratorio cuando abandonan sus países, huyen de un conflicto o de la violencia sexual o doméstica», asegura Badillo. La mayoría son jóvenes y vulnerables, y no tienen dinero para afrontar los imprevistos que, a buen seguro, habrán de afrontar.
Muchas permanecen a la espera en prostíbulos de mala muerte en Casablanca o Rabat. Si logran alcanzar el «sueño» europeo, seguramente se convierta en pesadilla, ya que suelen hacerlo en manos de las mismas redes de explotación, que se asegurarán de que su calvario continúe aquí hasta que salden la «deuda».
Los cooperantes calculan que al menos 4.500 subsaharianos llevan entre uno y cinco años bloqueados, muchos en condiciones lamentables en los citados campamentos. Indefensos ante cualquier agresión, no cuentan con asistencia del Gobierno marroquí, ni tan siquiera médica. Dependen completamente de la ayuda exterior.
MSF ha hecho llegar su informe a las autoridades marroquíes, Acnur y la UE, que, según Verdú, «debe asumir las consecuencias de su política inmigratoria».
Lisan: «Los niños gritaban: ‘’Mamá, mamá, quiero morir’’. No había agua»
La travesía del desierto es la antesala al horror que espera en los campamentos de las localidades marroquíes de Maghnia y Oujda, fronterizas con Argelia: «Venían dos niños. Estaban deshidratados. Gritaban: ‘‘Mamá, mama, quiero morir’’. No había agua; era el desierto. He visto morir a niños así. Les cerramos los ojos. He visto a una mujer parir en esas condiciones. Tuvo que parir y murió. El bebé también. A dos chicos les metieron los dedos para sacarles el dinero por detrás. Gritaban. Uno había pasado por mar hacia Las Palmas. Hoy sigue con el trauma porque, cada vez que le tocaban por detrás, le dolía mucho. Tú misma habías sido violada diez veces, 18 veces, en algunas ocasiones hasta 30 veces».
Aurelie: «Me forzó y no me creyeron, dijeron que no me defendí, me contagió el VIH»
Aurelie dejó Camerún para descubrir que el «paraíso» europeo no está a su alcance. Cruzó Nigeria, Benin y Mali, donde fue violada por primera vez. Cuando alcanzó Marruecos, la situación no mejoró: «Cerró la puerta y me agarró. Comenzó a pegarme. Dijo que iba a violarme. Como me dejé hacer, él acabó y me dijo: ‘‘¿Creías que esto te iba a matar?’’ Esa noche, el jefe me llama a su casa con una delegación de cameruneses. Me dicen: ‘‘¿Dónde está la prueba?, ¿por qué no le mordiste?’’ Cuando di positivo, no sabía qué hacer. El médico me dijo que no llorase, que había tratamientos gratuitos. Que iban a ocuparse de mí. Si yo hubiera sabido que esto iba a ser así, que tendría que soportar esto, pero era tarde».
Alice: «Me violaron durante cinco días, uno tras otro; deseas estar muerta»
Alice huyó de la guerra en Congo. «Vinimos a pie. Sólo tienes el agua que llevas encima; cuando se acaba, bebes la de los camellos. Cuando llegamos, unos hombres se acercaron y dijeron: ‘’Necesitamos mujeres’’. Pregunté que para qué y empezaron a pegarme. Eran muy fuertes. Me violaron durante cinco días, uno tras otro; deseas estar muerta. Te fuerzan por delante y por detrás. Aunque grites, no hay nadie. Estás ahí en la arena. Me pegaron piojos y me dejaron embarazada. A una hermana le hicieron comer un trozo de caca. Mi clítoris no es como antes, te tiran de eso, lo fuerzan. Te hacen reclinarte. Había una niñita de siete años. Me obligaron a mirar. Yo sólo podía rezar: ‘‘¡Dios, no lo permitas!’’»
*Directora de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituida (Apramp)
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