Comunitat

El número de personas que buscan chatarra para sobrevivir se dispara

Los valencianos se suman a los inmigrantes que recogen metal, cada vez más escaso por la caída de la construcción

Las Provincias, BEATRIZ LLEDÓ | VALENCIA., 22-02-2010

Antonio aparca su viejo y ruidoso Ford Sierra, lleno hasta los topes, junto a una chatarrería a las afueras de Valencia. Abre el maletero y comienza a descargar ventanales de aluminio y cables enredados. Le ha costado una semana reunirlos pero por fin tendrá su recompensa traducida en euros. El dinero que consiga le dará para alimentar a su mujer y a sus dos hijos, al menos, durante unos días. «No hay trabajo así que hay que apañárselas como sea», asegura este valenciano de 57 años. Como él, cientos de personas en la Comunitat escudriñan cada día contenedores y obras en busca de chatarra para sobrevivir.

Los valencianos se suman a los rumanos, que tradicionalmente han controlado el negocio. El número de personas que recorren las calles a la caza de metales se ha disparado en los últimos meses pero los desperdicios son cada vez más escasos. La guerra está abierta. «Con la crisis apenas hay obras así que es muy difícil encontrar algo. Y encima cada vez somos más», explica Antonio.

A estos rastreadores de chatarra les han salido más adversarios en la lucha por el metal callejero. Fontaneros y electricistas ya no desechan los desperdicios de sus faenas. Se los guardan para venderlos. «Antes los obreros tiraban todos los residuos de la construcción. Ahora se los quedan para traérnoslos ellos», alerta el dueño de una chatarrería del barrio de Monteolivete de Valencia.

A la mitad

Los metales son cada vez más preciados, aunque se hayan devaluado casi a la mitad por la actual situación económica. «El aluminio y, en concreto, el perfil se está pagando a unos 75 céntimos cuando hace un par de años costaba más del doble», apunta el propietario.

Precisamente es este material el que más se recoge. Rafael, un valenciano de 33 años, lleva un lustro pedaleando entre contenedores para conseguir piezas metálicas que luego canjea por dinero. «Cada vez somos más y hay menos que recoger. Me paso horas sin nada. Antes podía ganarme 60 euros pero ahora eso es imposible», lamenta subido a su bicicleta.

Los beneficios por pasarse largas horas buscando chatarra no sobrepasan los 20 euros diarios. Y eso teniendo suerte. Pero Rafael asegura que es la única vía para mantener a su mujer y a sus tres hijos. «He trabajado en el campo y como barrendero. Ahora nadie me da empleo y yo necesito el dinero», pide a gritos este padre de familia. Su último cambio le reportó cinco euros y medio por 11 kilos de aluminio recogidos.

Las chatarrerías también acusan la crisis. Muchos son los que buscan pero pocos encuentran. «La clientela se ha reducido más de un 50%», admite el empleado de una pequeña empresa situada en el barrio valenciano de Orriols.

«Hoy estamos aquí pero en unos meses no lo sabemos. La situación está muy mal y quizá tengamos que cerrar. El precio de la chatarra se ha reducido hasta un 60% y nosotros lo vendemos a las fundiciones sólo por un 10 o un 15% más», explica otro profesional del sector.

El más buscado

El cobre es el metal más codiciado. Su precio ronda los 3,5 euros el kilo, una cifra que explica el aumento de robos para obtenerlo. La policía efectúa controles periódicos para detectar material robado aunque los propios profesionales del sector también toman sus medidas. «Para cualquier venta tienen que presentarnos el DNI. La policía también suele pedirnos un listado con todas las compras», explica el propietario de una chatarrería.

Además, los empresarios no aceptan materiales quemados. «El cobre lleva un número de serie para identificar la procedencia. Quienes lo roban lo funden para borrar el rastro. Por eso no admitimos cobre quemado», explican las mismas fuentes.

En lo que va de año, los agentes han detenido a una veintena de personas acusadas de robar cobre en empresas, pozos de riego y trasformadores eléctricos. En 2009, la Guardia Civil de Valencia realizó 33 detenciones por sustracción de cobre de diferentes lugares de la provincia.

Los hurtos en las propias chatarrerías también se han multiplicado en los últimos meses. «El año pasado nos entraron a robar cuatro veces. Quieren llevarse todo el material para luego venderlo en otros lugares», explica un empresario.

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