Los abuelos de Sarkozy eran... españoles
El Mundo, , 21-02-2010Nuevas pruebas sobre su mestizaje en pleno debate de la identidad nacional París
Los abuelos de Nicolas Sarkozy eran españoles. Ninguno de ellos nació al sur de los Pirineos. Ni tampoco lo hicieron sus antepasados inmediatos, pero la prensa francesa ha publicado documentos elocuentes que prueban la relación genealógica de Sarkozy con España, más allá, naturalmente, de los esponsales, lo segundos, con la bisnieta de Isaac Albéniz, Cecilia Ciganer Albéniz.
La clave del misterio se aloja en el doctor Benedict Mallah (1890 – 1972), abuelo materno del jefe del Estado galo. Nació en Salónica y provenía de una familia sefardí que escapó de España a raíz de la represión de los Reyes Católicos y que conservó el dominio de la lengua. Semejantes antecedentes permitieron al señor Benedict reclamar y obtener el pasaporte español cuando los griegos se anexionaron Salónica en 1912. Así consta en un documento del consulado español publicado por Le Nouvel Observateur y así figura en otros papeles que el señor Mallah reunió para intentar naturalizarse francés en febrero de 1924.
Rechazaron su dossier con la misma severidad que Nicolas Sarkozy reivindica ahora para ahuyentar los expedientes de la inmigración extranjera. Benedict Mallah hablaba francés, se había convertido al cristianismo y hasta había servido como médico en el Ejército tricolor durante la I Guerra Mundial, pero los méritos no fueron suficientes para ganarse el pasaporte.
Tampoco le sirvió de garantía haberse casado con una refinada mujer de la burguesía industrial de Lyón. De hecho, la señora Adèle Bouvier (1891 – 1956), he aquí el nombre, tuvo que renunciar a la nacionalidad francesa para contraer matrimonio con el doctor Mallah.
La leyes de entonces, y vigentes hasta 1973, determinaban que la mujer y los hijos adquirían automáticamente la nacionalidad del pater familias. Es la razón y la insólita carambola por la que la abuela de Nicolas Sarkozy terminó convirtiéndose en española.
La maraña genealógica del lado materno se añade a la madeja del lado paterno. Sobre todo cuando Andrée Mallah, hija de Benedict y de Adèle, decidió casarse con Pal Sarkozy. Ambos concibieron al protopresidente Nicolas en 1955, aunque parecía imposible que la sangre de los Mallah y de los Sarkozy pudiera mezclarse en un mismo sujeto.
El mesías francés reunía en su cuna la peripecia de un cristiano converso con la aventura de un apátrida húngaro que durmió en el metro de París en la Navidad de 1948. Escapaban los Sarkozy de Hungría con la llegada del comunismo. Les habían expropiado muchos de sus bienes agrícolas. Incluso habían demolido el castillo de piedra donde Pal Sarkozy vivió su infancia.
Los recuerdos felices de aquellos años, la imaginación y la propensión a la impostura explican que Pal Sarkozy haya reconstruido su memoria con todo el esmero de un patrimonio aristocrático. Decía a Nicolas y a sus otros dos hijos que el abuelo Gyorgy tenía miles de empleados y de hectáreas. También les contaba que iba al colegio a caballo de buena raza, y que cazaban osos, lobos, y ciervos en los bosques.
Nunca sucedió realmente así, pero las historietas novelescas mitigaban la nostalgia de la vieja Hungría e impresionaban a las damiselas que Pal frecuentaba en las fiestas diplomáticas. Era bienvenido por su anillo del león armado – el símbolo de la familia – y por su buen aspecto.
Se agradecía su elegancia y su oratoria fácil. Se desconocía, en fin, que el apuesto Sarkozy trabajaba de recadero en el París deprimido de la posguerra. Al menos hasta que sus dotes creativas sirvieron de ayuda para echarle la mano a un amigo arquitecto, reciclarse como diseñador de publicidad y contraer matrimonio con la acaudalada Andrèe Mallah.
Ya era francesa de derecho porque a su padre se le había otorgado la nacionalidad después de mucha trabajera burocrática. Los primeros informes de la prefectura señalaban la idoneidad del aspirante, pero demoraban la concesión del pasaporte por razones abstractas.
Las concretas e inconfesables consistían en la profesión incómoda de Benedict. El lobby de los médicos franceses temía la avalancha de los profesionales extranjeros en la posguerra, de modo que circularon las consignas gremiales para ahuyentar los expedientes de naturalización. Exactamente como ha sucedido últimamente con los fontaneros polacos.
Cabe preguntarse qué habría sucedido si Mallah hubiera preferido España a Francia para su exilio. Era la idea inicial, pero un ferry lo condujo a Marsella en 1915 y la guerra le impidió regresar a Sefarad.
La integración del presidente
Nicolas Sarkozy se muestra a sí mismo como ejemplo absoluto de la integración. Corre poquísima sangre francesa en sus venas, pero la comunión de los valores republicanos y el patriotismo aprendido han llegado hasta el extremo de conducirlo a ocupar el trono del Elíseo. Es una manera de despecharse de su padre, que nunca quiso naturalizarse francés. Y una manera de rendir un homenaje póstumo a su abuelo, cuyas vicisitudes para obtener el pasaporte necesitaron traer al mundo dos hijas y bregar con el ‘dossier’ en las prefecturas. / R. A.
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