Arruinados, desesperados y sin salida

Desde una huelga de hambre a la amenaza de quemarse a la bonzo... Son medidas extremas para llamar la atención ante situaciones personales y familiares que han tocado fondo. La crisis y la ruina aboca a acciones desesperadas

ABC, CARLOTA FOMINAYA | MADRID , 15-02-2010

Segundo Quiñones lleva 15 días en huelga de hambre y casi 10 meses viviendo a menos de 50 metros de la Moncloa, desde donde reclama medidas contra la crisis económica. David Cediel lleva 15 días encaramado en lo alto de una grúa en Pozuelo de Alarcón para protestar por un impago de 140.000 euros. Por el mismo motivo José María Solís amenazó con quemarse a lo bonzo en Loeches. La drástica lista de soluciones a la desesperada crece pareja a la mala situación económica de España.
SEGUNDO QUIÑONES
Se encuentra muy débil y agotado
Después de 15 días sin comer alimento alguno Quiñones, colombiano de 41 años, empieza a sentirse muy débil, aunque todavía asegura que no se irá de ahí «si no es con la victoria». Le flojea la voz, y de tanto en tanto se desconcentra, pero no titubea al comparar su caso con el de Aminatu Haidar.
«Zapatero y sus ministros se volcaron con esta señora. A ver si se vuelcan también con los problemas que tienen aquí en su pueblo. Que aproveche que en esta ocasión no hace falta que vaya a pedirle nada al rey de Marruecos», dice desde su chamizo, construido a menos de cincuenta metros de la residencia oficial del presidente del Gobierno español.
Este hombre insiste durante la conversación una y otra vez que la lucha no es sólo suya, sino de millones de familias españolas en su misma situación, y pide una solución para todos aquellos desempleados o embargados. La sociedad, dice, «se tiene que dar cuenta de que habrá más casos como el mío». «Ya está bien. Que se pongan a trabajar él y sus ministros. El pueblo ya está cansado, que no nos siga chupando la sangre como hasta ahora, ¿no le han bastado estos seis años?», añade.
A su lado está Toñi, su mujer española, que retoma la palabra porque él está cansado, cada día un poco más débil. «Ya es hora de que se preocupe del pueblo español. No sirve de nada que se vaya a rezar con Obama. Primero, porque es ateo y segundo, porque para qué irse a EE.UU. cuando su propio país se está hundiendo». «¿Dónde está el socialismo que tanto nos venden, y que tanto defiende el jornal del obrero?», se pregunta, con la mirada perdida, Segundo.
DAVID CEDIEL
15 días en lo alto de una grúa
David Cediel, obrero de la construcción de la empresa Jigar S.A., lleva desde el 1 de febrero encaramado a lo alto de una grúa en Pozuelo de Alarcón. Está convencido de que ésta es la única forma de reclamar a Ploder Uicesa un impago de 140.000 euros. También piensa, como Segundo, que el viaje de Zapatero a EE.UU. ha sido baldío. «Increíble que la plegaria de este hombre hable de que hay que pagar al jornalero antes de que se ponga al sol, cuando a nosotros nos pagan a 180 días, si nos pagan claro», cuenta indignado.
Su historia, remarca, es como la de Segundo, con quien está en permanente contacto telefónico. La misma que la de otros tantos millones de familias españolas.
En su caso, ya lleva 5 impagos como este. «Estoy reclamando lo que es mío. Necesito ese dinero para el IVA, las pagas, las liquidaciones, los materiales…».
Tanto él como su compañero Sandy, que le acompaña desde el sábado 6, se han pertrechado contra el intenso frío que hace a 40 metros de altura y aseguran que seguirán adelante «duro con la protesta».
JOSÉ Mª SOLÍS
Amenazó con quemarse a lo bonzo
A las ocho de la mañana del 3 de febrero del año pasado, José María Solís, dueño de una pequeña empresa constructora de Morata de Tajuña, acaparó toda la atención de la prensa nacional. Aquella fría mañana amenazó con quemarse a lo bonzo ante el Ayuntamiento de Loeches. Dentro de su camión contaba con un bidón de gasolina de 5 litros y mecha.
El motivo era el litigio que mantenía con el Consistorio, dirigido por el socialista Pedro Díaz, a cuenta de una deuda de 450.000 euros que no pagaba a su constructora, Cavas S.A. A día de hoy, relata en conversación telefónica a ABC que está a punto de la quiebra. Loeches todavía le debe 260.696 euros y Morata, 60.000 euros. «Tenemos otra reunión en el Consistorio y vamos a ver si se desencasquilla de una vez por todas el conflicto. Si no me pagan, me ejecutarán todas las hipotecas, y si me pagan, subsistiré malamente. La crisis se ha cebado especialmente con las constructoras. Me he comido todo mi patrimonio», se lamenta amargamente este hombre.
«No pensaba hacer daño a nadie… Ni tampoco a mí mismo. Estaba desesperado. Ya no sabía qué hacer. Solo quería cobrar lo mío. Mi dinero». Así justificaba su acción tras el día más difícil de su vida. «Solo lo hice para cobrar. Estaba nervioso y actúe de forma impulsiva con la única intención de arreglar una situación que se mantiene desde hace mucho tiempo».
DAMIÁN CATALÍN
18 días de ayuno
Dieciocho días de ayuno y doce kilos menos obraron el milagro. En enero de 2009, el empresario rumano Catalín aguantó incluso nevadas a las puertas de la constructora Obrum. Consiguió cobrar 630.000 de los 700.000 euros que reclamaba. Aunque no fue Obrum, sino la promotora andaluza y el Ayuntamiento de Alcorcón, quien finalmente hizo los pagos.
El dinero sirvió para pagar a los trabajadores, los proveedores, y cerrar la empresa de forma ordenada. Lo consiguió acampando literalmente en la calle Arturo Soria, frente a Obrum. Catalín contaba con el apoyo de todos sus empleados. «Hoy somos 100 personas afectadas, pero, si esto continúa, mañana podemos llegar a los 10.000 y dentro de un mes hasta 100.000», advertía, como si tuviera una bola de cristal en sus manos.
Después, sus miedos no se esfumaron. «Estamos contentos porque hemos salido de esta pero preocupados porque seguimos teniendo la espada de Damocles encima, con nuevos trabajos que seguramente no cobraremos».
Catalín agradeció los cientos de muestras de solidaridad de muchos empresarios que se acercaron a su «campamento» para acompañarles en distintos momentos. La queja, unánime. «Sin cobrar no se puede seguir adelante y son miles de puestos de trabajo los que están en juego». Las sencillas palabras de Catalín dibujan el panorama de la economía real.

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