LLUÍS URÍA – París. Corresponsal

El Ejecutivo quiere que los escolares “puedan” cantar ‘La marsellesa’ una vez al año, aunque “fuera” de la escuela
El Gobierno francés cerró ayer en falso el gran debate sobre la identidad nacional con la aprobación de un puñado de medidas de pequeño calibre dirigidas a reforzar el conocimiento de los valores republicanos y fomentar el orgullo patrio. La mayoría de las iniciativas anunciadas por el primer ministro, François Fillon, no suponen ninguna novedad destacable, pues se limitan a ampliar mecanismos ya existentes. Desde este punto de vista, el paquidérmico debate sobre la identidad nacional – tres meses de discusión, 350 coloquios en todo el país, 58.000 contribuciones a través de internet-ha alumbrado un ratón. Y ha dejado sin respuesta la gran pregunta planteada: ¿qué significa ser francés hoy?

Para intentar contestar a este interrogante, el Gobierno constituirá ahora una comisión de expertos – una demanda a gritos de los sectores intelectuales desatendida hasta hoy-,que proseguirá el debate a otro nivel. A la espera de ver qué ideas surgen de este foro, el Gobierno ha lanzado una primera docena de propuestas.

La mayor parte de las medidas planteadas están centradas en la formación, especialmente de niños y jóvenes. Entre las iniciativas está propiciar que los escolares “puedan” cantar una vez al año La marsellesa – que ya se enseña en la escuela-aprovechando actos públicos “fuera” del centro escolar; colgar la bandera francesa en las escuelas – cosa que ya se hace-y la Declaración de los Derechos Humanos en las aulas; reforzar la enseñanza de los valores de la República en la escuela – donde ya se imparte una asignatura de formación cívica-y en el futuro servicio cívico voluntario dirigido a los jóvenes; transformar la jornada anual de llamada a la defensa – creada tras la desaparición del servicio militar-en un acto republicano de contenido más amplio; crear un “carnet de joven ciudadano” dirigido a los menores de edad – donde se explicarán los valores republicanos y los grandes momentos y nombres de la historia de Francia-,y abrir las escuelas a los padres para completar voluntariamente su formación ciudadana.

Otro paquete está centrado en la integración de los extranjeros (véase la información adjunta).

El debate sobre la identidad nacional, que arrancó ya lastrado por las sospechas de electoralismo – dada la proximidad de las elecciones regionales del mes que viene-,chocó de entrada con el rechazo frontal de la izquierda ycon la desconfianza de las minorías. Y entró pronto en una deriva peligrosa a causa de la acumulación de declaraciones intempestivas contra los inmigrantes y la interferencia de otros debates colaterales – prohibición del velo integral en Francia, interdicción de los minaretes en Suiza-que situaron a los musulmanes y al islam en el centro de la discusión.

La desconfianza creciente de los ciudadanos – dos terceras partes de los franceses veían en el debate una iniciativa partidista-y el malestar creciente en el seno de la derecha han acabado por empujar al Gobierno a buscar una salida prudente y discreta.

Formalmente, la reunión celebrada ayer por el Ejecutivo fue calificada de “balance de etapa”. Pero supone, en la práctica, un cierre definitivo del debate tal como había sido concebido originalmente. El propio formato de la reunión – un seminario gubernamental presidido por Fillon-,en lugar del coloquio final con la participación del presidente Nicolas Sarkozy que se había previsto, da la medida de la voluntad de poner fin con suavidad a un proceso que ha colocado en la picota al ministro de Inmigración e Identidad Nacional, Eric Besson.