La indigencia en la capital vizcaina >
Bilbao acoge un nuevo "sin techo" cada día
w La inmigración y la crisis económica han provocado un aumento de un 40% de las personas que viven en las calles de la capital vizcaina w En noviembre se contabilizaron 130 y hace dos semanas, 180
Deia, , 07-02-2010Bilbao. Como todos los años cuando llega el crudo invierno, las estadísticas sobre mendicidad se disparan. Bilbao no es una excepción. Los albergues de la capital vizcaina se están viendo obligados a colgar el cartel de Completo todos los días. El frío ha provocado un fuerte aumento de la demanda de alojamiento y también ha hecho aflorar un mayor número de personas que vive a la intemperie.
Según el mapa que elaboran los educadores sociales del Ayuntamiento de Bilbao, en poco menos de dos meses se ha incrementado en un 40% las personas que deambulan y duermen en la calle. En noviembre, antes de que se pusiera en marcha el dispositivo municipal de alojamiento invernal, se realizó un censo sobre los sin techo que arrojó una cifra de 130 personas. Hace una semana contabilizaron 180, un dígito demasiado alto para las 45 plazas que el Ayuntamiento puede ofrecer en el albergue de Mazarredo durante la época invernal. La inmigración y la crisis son factores que han incidido de forma decisiva en este incremento, sobre todo la coyuntura económica. Los desahucios y los divorcios han puesto a muchas personas de patitas en la calle. Se han unido a un colectivo que vive entre cartones y que mayoritariamente mata las penas con el alcohol. Y aunque muchos crean que son unos irreductibles del asfalto, desde los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Bilbao están convencidos de que “nadie quiere vivir en la calle”.
“La calle es muy dura, envejece el doble que a las personas que duermen calientes y, en muchas ocasiones, mata”. Lo dice una educadora social del Ayuntamiento que trabaja a pie de calle con los sin techo. Un día a la semana, como mínimo, chequea, junto a un equipo de compañeros, la capital vizcaina para “actualizar” el censo de los desamparados. A las seis de la mañana, “antes de que se despierten”, se presenta en los lugares donde, más o menos, saben o creen que hay personas sin techo.
El primer contacto siempre es difícil “porque a nadie le gusta que le despierten”. Pero su labor, a base de mucha paciencia, consiste en entablar conversación con ellos y tratar de convencerles de que pueden acceder a los Servicios Sociales que presta el Ayuntamiento de Bilbao. El objetivo final de los educadores es conseguir que se reinserten socialmente, pero también consideran un éxito que uno de ellos acepte un café y se acerque hasta los Servicios Sociales.
Establecer un censo de este colectivo es una tarea complicada pero no imposible. Lo hacen para mantener un registro que luego pueda permitir a los indigentes el acceso al albergue de Mazarredo o a otros recursos sociales. Localizado un sin techo en cualquier rincón de la capital vizcaina, se le identifica para hacerle un seguimiento. En otros casos, como está sucediendo estos días por el intenso frío, ellos mismos se presentan en Mazarredo. Allí, el Servicio Municipal de Urgencia Social (SMUS) se encarga de atenderlo. Tras una entrevista, y una vez que entra en la base de datos, se estudia su caso para ver el nivel de recursos que necesita.
Mazarredo El albergue de Mazarredo establece todos los años un dispositivo de alojamiento invernal con una capacidad de 45 camas. Del 1 de diciembre a mediados de abril, los sin techo tienen un lugar donde dirigirse para dormir caliente, aunque son pocos los que consiguen hacerlo. El número de plazas es muy limitado para la demanda que existe. Por eso, los educadores sociales marcan un protocolo y unos requisitos, de forma que el reparto de camas sea lo más justo posible. Además de exigir que como mínimo deben llevar tres meses durmiendo en la calle, los educadores priorizan la “vulnerabilidad (enfermedades físicas), la cronicidad y el género, es decir, que sea mujer”. En base a esos criterios se establece un registro, que ellos no quieren llamar lista, para distribuir las plazas. “Lo más duro de este trabajo”, comenta una de las educadoras, “es decirle a una persona que no tiene sitio para dormir en el albergue”. A pesar de ello, los educadores no desfallecen. Intentan que los sin techo vayan “entrando” en la vida social y “accedan a darse una ducha, a cambiarse de ropa o que coman en un comedor social”. “Muchos de los sin techo”, advierte una educadora, “se han resignado a vivir en la calle”. Por eso, su labor trata de evitar que lleguen a la desesperación y salgan de un agujero que, por diferentes circunstancias, les ha llevado a la calle.
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