ABDOULAYE WADE Presidente de Senegal
«Si los minaretes molestan en Europa, que se reduzca su altura»
El Mundo, , 07-02-2010Dakar
En el barrio de Patte d’Oies de Dakar, medio centenar de mujeres ataviadas con sus mejores y más coloridas galas cantan y bailan. Medio enloquecidas, celebran que la más joven se casa dentro de unos días. Una a una, las invitadas a la fiesta entregan sus regalos a la familia, que los enumera a gritos acompañada de música. Sólo hay tres hombres en este sarao, los guardianes de la tradición.
Es una escena común en Senegal, cuentan los guardianes. Pero al Gobierno del país africano, presidido por el anciano Abdoulaye Wade (Saint Louis, 1926), no le gusta que las familias gasten el dinero en fiestas en lugar de hacerlo en empresas. Por eso quiere prohibirlo. Poco le importa a Wade que los defensores de la tradición se rebelen contra su postura. Como poco le importa que los líderes islámicos de su país estén en contra de sus decisiones. Ni le importa arremeter contra los musulmanes que viven en Europa. El presidente de Senegal está de vuelta de todo.
Tras concertar una cita con dos periódicos españoles en octubre, Wade, que ha publicado el libro Una vida por África (Ediciones La Tempestad, 2009), decidió posponer la reunión durante meses. El encuentro tiene lugar, finalmente, en enero, y el mandatario no tiene tiempo para entretenerse. Después de tres horas de espera, recibe en su despacho, decorado a la más clásica manera occidental, rodeado de un grupo de asesores. De porte elegante y maneras refinadas, Wade contesta con ganas cuando se trata de explicar los progresos de su país. Si se le pregunta por cuestiones más complejas, no obstante, cruza los brazos y echa el cuerpo hacia atrás.
El 95% de la población senegalesa es musulmana y su presidente es a su vez el presidente de la Organización de la Conferencia Islámica. Por ese motivo sorprende que reste importancia a iniciativas europeas tan polémicas como la prohibición suiza a construir minaretes.
«La gente tiene que adaptarse a la cultura de acogida. Si molestan los minaretes en Europa, se tiene que reducir su altura», afirma este político que se define como francés. «Usted puede tener mezquitas sin minaretes. El minarete era a la mezquita lo que las campanas a la iglesia, algo antiguo que servía para llamar a la oración. El imam llamaba a la mezquita y tenía que gritar, ‘es la hora de rezar’, para que la gente le oyera [dice riéndose]. Pero ahora tenemos internet [más risas]. Si entiendes eso, los mismos musulmanes lo tienen que entender».
Insiste en su idea y defiende los derechos de la sociedad de acogida por encima de los de los musulmanes. «Hay mezquitas en París sin minaretes, también en EEUU, y así nadie tiene que gritar para llamar a la oración. Hay mezquitas en apartamentos, lo que favorece que nadie grite para llamar al rezo. Cada uno tiene que adaptarse».
En Una vida por África el presidente senegalés desmenuza su ideología y remarca sus fuertes sentimientos hacia Europa, Francia en especial. Durante su larga vida ha sido mediador en diversos conflictos, tal y como atestigua su libro, y no descarta seguir ejerciendo esa labor. Incluso en cuestiones tan peliagudas como el secuestro de varios europeos en Mauritania. «No es imposible», contesta ante esta opción, «no rechazo nada. Estuve a punto de ser mediador entre EEUU y Corea del Norte. Lo hice entre Irán y EEUU, entre Hamas e Israel, para que liberaran al soldado israelí retenido por Hamas, y a pesar de las dificultades creo que se debe continuar con las negociaciones».
EEUU y Francia son su debilidad. España, su necesidad. Los gobiernos español y senegalés han firmado diversos acuerdos sobre inmigración ilegal y su colaboración es más que fluida. Pero cuando se le pregunta sobre el secuestro de tres cooperantes españoles en Mauritania, Wade rehúsa el compromiso. «El caso español lo conozco menos. Tengo que estudiarlo. Pienso que en este caso, la intervención de una sola persona es más difícil, pero podemos tratar de encontrar iniciativas. En guerras de este tipo hay que acelerar el proceso de negociación. Pero en el caso puntual de España tengo que reflexionar más».
Se despide seco desde un muy blanco y occidental palacio que contrasta con la pobreza de Dakar. Algo que no parece que a Wade le importe mucho.
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