La vista gorda
Nahid
Diario de noticias de Alava, , 05-02-2010Hace años fui inmigrante, pero “pija”, puesto que lo fui por curiosidad y no por necesidad. Fue una experiencia durísima de la que no me arrepentiré jamás: si todos emigráramos alguna vez en la vida, nos curaríamos de muchas cosas. (Ir de vacaciones no es lo mismo que vivir y trabajar en otro país). Al principio lo pasas muy mal, no conocer el idioma, es horrible; es como ser sordo, ciego, analfabeto y tonto, y te tratan fatal. Y duele…
Lo normal es relacionarse con gente inmigrante, aunque vengan de otros países y desarrollar cierta “desconfianza” hacia el autóctono, puesto que el lugareño te va a tratar tal cual tu estereotipo marque. El nuestro: De Pirineos hacia abajo somos vagos, sucios y catetos. Imagínate qué coñazo, tener que demostrar continuamente todo lo contrario.
Mis amigos allí fueron un libio, una guatemalteca y una dominicana. Conocí a María, de Valladolid, franquista hasta la médula, y tan contraria a mí en casi todo, que nuestra amistad hoy día, sigue siendo inquebrantable, igual que con una amiga de Irán, que me enseñó la cultura persa y me ayudó en el medio hostil. Compartí piso con otras nacionalidades y me integré en una cuadri de autóctonos, para sorpresa de mis colegas inmigrantes , incluida la de una amiga neoyorkina que me decía: “tienes suerte, porque es raro que los de aquí acepten en su círculo a gente de fuera”. Caramba… ¿y por qué?
Y vuelves a casa tras unos años y te das cuenta de que ya no hay que irse afuera a descubrir mundo, porque el mundo ha venido a Vitoria: marroquíes, bolivianos, pakistaníes, escoceses, argentinos, senegaleses, italianos, húngaros, rumanos… todas estas nacionalidades son de amigos que he hecho aquí mismo, ¡en 200 metros a la redonda! Y veo aquí a gente de fuera y pienso que ese árabe de ahí podría ser Moh, mi amigo libio, que tuvo que huir de su país porque estaba sentenciado a muerte por Gadaffi, o esa chica sudamericana podría ser María, la guatemalteca que estaba de ilegal, activista contra el Quinto Centenario, o esa otra, Vanessa, la dominicana, nieta de un expresidente de su país y con una visa oro de tres tomos, o esa otra que va con dos niños, Nahid, que cambió una vida acomodada en Irán por tener la libertad de llevar el pelo suelto, o bañarse en la misma playa que su marido sin pasar por la cárcel.
Muchas personas llegan a Vitoria dispuestas a tragar lo que les echemos por mejorar su vida y a aprender de nosotros. Y yo me pregunto, así, en confianza, además de nuestra forma de comer y de beber, nosotros, los vitorianicos ¿podemos enseñarle a un inmigrante algo que de verdad le impresione?
dna.lavistagorda@gmail.com
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