La negra
La Razón, 05-02-2010A punto estábamos de tragarnos el cuento de que Estados Unidos ya no es racista porque el «sheriff» de ahora pinta negro y la señora del «sheriff»más todavía. A punto estábamos de constatar también que la doble moral americana y esos dramas sureños de encaje y ku – klux – klan eran cosa del pasado, cuestión de melodramas en technicolor y libretos de Arthur Miller. Pero no. La biblia de las divinidades yanquis acaba de explicarnos que ni de coña, que ante el sueño americano nadie lava más blanco, y el lío que se ha montado en el país de nunca jamás (volveré a pasar hambre) no lo arregla ya ni el negro mágico de micolor.
«Vanity Fair» dedica este mes su portada a las futuras reinas de Hollywood, imagen típica y tópica de postulantes a chicas «it» que, como un día Clara Bow, sueñan con alzar la voz en la gran pantalla, aunque a veces su tosco acento de Brooklyn haga que las queramos más si se quedan mudas. Quizá sea por eso, que, para evitar jergas desafinantes en la cada vez más multirracial Meca del Cine, la revista haya optado por actrices y aspirantes a serlo casi clónicas, todas ellas uniformadas en su blanquísima palidez, sonrisa hamptoniana y raíces de Kentucky en la melena. Nada de negras ni latinas ni asiáticas. Y nada, menos aún, de negras gordas como Mo’nique, la misma que se va a merendar el Oscar este año en vez de Penélope, una oronda chica «it» que podría ser incluso chica «eat» porque dan ganas de comerse un Big Mac con ella y pasar de la dieta Obama. O quizá sea eso, que Mo’nique necesitaba más desplegable ella sola que todas esas grimosas infantas que sonríen a cámara con gesto de «yo soy Charlotte Simmons», bendito sea Tom Wolfe. Pero a Mo’nique nunca la sacarían en portada porque para negras ya están Oprah y Michelle y para gordas no está nadie. Y porque el sueño americano permite combinar colores, sí, pero con cuidado de que no se mezclen.
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