Te quedas sin respiración

La Verdad, ANTONIO ARCO, 26-01-2010

Imagen del espectáculo ‘Sclavi/El canto de un emigrante’.

Hay momentos de puro infarto y hay imágenes de una belleza criminal. Te dejan sin aliento, y toman por asalto tu retina, tu estómago y tu memoria, los nueve actores – acróbatas – músicos – bailarines de la compañía Farm in the cave – ¡atención, habrá que seguirle la pista por la cuenta que nos trae! – , que recién llegada de Praga, en estado de gracia, ha estrenado en el Centro Párraga su último espectáculo. Se trata de ‘Sclavi/El canto de un inmigrante’, que durante una intensa hora, que desfila por nuestras narices como un suspiro, pugna por conseguir que el espectador no mueva las pestañas; y lo logra.

Todo muy radical: la energía desbordante e inagotable que se apodera del Espacio 0 del Párraga, donde el público parece que ha dejado de respirar, se hace carne en escena desde el mismo momento en que arranca el espectáculo como un vendaval desatado, como un terremoto imprevisto, como una rotunda exclamación de socorro, un grito salvaje, un lamento infinito o una llamada de atención sobre una realidad que aumenta imparable su tamaño: la emigración, la inmigración, la vida en tierra(s) extrañ(a). ‘Sclavi/El canto de un emigrante’ es puro teatro gestual, puro movimiento extremo, sin apenas diálogo y con toda la acción envuelta por la música en directo: una batería, un acordeón y una trompeta que valen por ellos solos como toda una poderosa orquesta o un ejército de cómicos.

Estamos sobrevolando el mapa de sombras y sinsabores que acompaña en su viaje fuera de sus hogares a los que se ven obligados a buscarse la vida lejos de su tierra. Y el mapa se despliega ante nuestros ojos a toda velocidad, a ritmo de parto: porque este espectáculo, de perfecta ejecución y áspera belleza, sucede ante nuestros ojos como si de un alumbramiento se tratase.

Del vientre materno/carromato destartalado que aparece en escena como un Arca de Noé tras el diluvio, salen los emigrantes, los desterrados, los excluidos, los ‘sin papeles’ de la Tierra; salen temerosos y perdidos, pero también dispuestos a no renunciar a una existencia mejor. El desfile de mujeres y hombres que hablan, sin palabras, de sus miedos y sus deseos es escalofriante. El espectáculo es puro acero, por más que los actores interpreten en directo lejanas y viejas canciones rutenas y ucranianas, por más que haya momentos de una poesía cegadora; es una poesía sin sangre. No hay emoción, hay catarsis.

Da absolutamente lo mismo que ‘Sclavi/El canto de un emigrante’ esté basado en el trabajo de campo realizado por la compañía checa en los pueblos de Eslovaquia oriental, como da lo mismo que el espectador no conozca ni de coña la obra del novelista Josef Capek, que han tenido en cuenta para la realización de este montaje; da igual. Por encima de todo, por debajo de todo, impregna al espectador el sudor devorador que deja el combate permanente que los emigrantes mantienen con su destino: rechazados, señalados como una amenaza, vagando en busca de una tierra prometida que, ¡joder!, no parece existir en este mundo.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)