la gestión de la inmigración
Vic no está en llamas
El ascenso de Josep Anglada y el plan de negar el empadronamiento a los ‘sin papeles’ han creado la idea errónea de que la ciudad está al borde de un conflicto entre culturas
El Periodico, , 25-01-2010RAMÓN VENDRELL
VIC
Elecciones municipales de mayo del 2007: un discurso estrictamente consagrado a dibujar la inmigración como una calamidad social convierte a Plataforma per Catalunya (PxC) en la segunda fuerza del Ayuntamiento de Vic. Josep Anglada, el caudillo de la formación, asciende de categoría en la consideración de sus adversarios: ya no es un chiste político sino un chiste político cargado por el diablo. Diciembre del 2009: el consistorio vicense anuncia que negará el empadronamiento a los sin papeles, medida que el jueves pasado aceptó no aplicar.
Desde la lejanía ambos episodios han sido sumados y leídos como el humo de un incendio social causado por el 25% de inmigrantes que hay entre los 40.000 habitantes de Vic. «No es así. No hay inseguridad y el índice de criminalidad es bajo. Vic es conservadora y recela de una nueva realidad surgida de forma acelerada, pero no es hostil con la inmigración», dice Toni Iborra, abogado de la asociación Veus Diverses. «Los conflictos casi se reducen al ámbito de la escalera. Nadie imagina un estallido como el de Ca n’Anglada», dice Joan Serra, periodista de El 9 Nou.
Los datos del servicio de mediación entre ciudadanos (Vic tiene la tira de mecanismos para evitar y resolver fricciones) avalan a Serra. En el 2009 atendió 233 casos. El 61% de los involucrados eran nativos y el 39%, extranjeros. El 79% de las intervenciones fueron en conflictos vecinales (de comunidad, por ruidos, humedades, limpieza, olores… ).
El propietario del bar Pirineo, en el barrio del Estadi, en la zona sur de Vic adonde fue el grueso de la inmigración del resto de España en los años 60 y 70 y adonde ha ido buena parte de la última inmigración, seguramente sea votante de PxC. A su entender no puede traspasar el negocio porque está en territorio tomado. «Ante la llegada de gente de fuera, aquí y en el Remei [barrio aledaño] los que han podido han vendido el piso o el comercio y se han ido», cuenta. También explica que la noche anterior robaron en la perfumería de enfrente y curiosamente desaparecieron las marcas favoritas de los magrebís, a los que parece conocer bien.
En la cercana plaza del complejo conocido como los pisos Sánchez Arjona mata la mañana un grupo de ghaneses. «Hoy hace sol y podemos estar aquí. Al menos hay una mesa de pimpón. Los últimos días no podías pasarlos en la calle», dice uno. Todos están en paro y la mayoría trabajaban en la formidable industria cárnica de la comarca, el principal reclamo para la inmigración. También para la reciente e invisible oleada china, que ya aporta el 5% al total de los inmigrantes que hay en Vic. En las cadenas de despiece, donde se secciona a un ritmo endemoniado, suelen trabajar los últimos en llegar.
Nativos que comen halal
Pocos marroquís, los primeros nous vigatans, trabajan ya allí cuchillo en mano. Nourmine Lahraomi posee una carnicería halal con la mitad de la clientela vicense («aprecian la carne buena», dice) y Hamid Gaddour, prohombre del Centre Cultural Islàmic, está casado con una osonense y tiene una hija que estudia Filología Catalana. La inmigración no es un monolito.
Assumpta Ordeig, de la asociación de vecinos del Remei, cuenta que la crisis golpea fuerte y que hay personas, no solo inmigrantes, que «han empezado a pasar frío». «Aquí sin calefacción se pasa mal y sin dinero no hay calefacción». No obstante considera que el barrio, llamado por algunos el Bronx con mala idea o con imaginación, dista de estar crispado y mejorará sustancialmente cuando acaben las avanzadas obras de remodelación.
En la Oficina d’Acollida dan a los nuevos empadronados una clase sobre la ciudad que empieza con un «benvinguts a Vic». Después, la suerte decide.
En realidad la medida del padrón no debe sumarse a la ascensión de Anglada sino que buscaba contrarrestarle. «El ayuntamiento quería cambiar su imagen buenista y recuperar a votantes de PxC», dice Miquel Erra, compañero de Serra en El 9 Nou. La tesis de la ciudad en llamas es errónea.
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