El jamón
La Razón, , 13-01-2010En el delicado asunto del asentamiento social de la inmigración una cosa es la distanciada actitud teórica del observador y otra muy distinta la reacción popular cuando las agradables teorías de la coexistencia pacífica, casi navideña, se tropiezan de frente con la cruda realidad estadística.
Es natural que la opinión pública se adelante a condenar la resistencia que ha mostrado el Ayuntamiento de Vic a empadronar a aquellos inmigrantes no comunitarios que carezcan de permiso de residencia, pero mucho me temo que la reacción no sería la misma si como consecuencia de la generosa admisión del «otro» corriésemos el riesgo de perder la hegemonía y el control, que es lo que puede ocurrir cuando por posibilitar el acceso libre a su vivienda el propietario pierde de hecho la autoridad con la que gobernaba en su hogar y puede incluso ser víctima de una inversión de papeles que le relegue a la condición de simple y minoritario comparsa.
Con generosos criterios de hospitalidad invitas a cenar a tu casa a dos docenas de personas, la velada se prolonga y si los convidados se niegan a cumplir el horario previamente convenido, al final resulta que para descansar de la fiesta no tienes más remedio que salir a dormir a un hotel. ¿Qué criterio ha de prevalecer? ¿El del anfitrión o el del invitado?
Supongo que después de echarle un vistazo a la estadística del censo, el Gobierno de Vic ha creído conveniente que para tener la fiesta en paz lo mejor será reservar el derecho de admisión. Al final de lo que se trata es de pararle los pies en la puerta al invitado en cuya conciencia la mujer está religiosamente a la misma altura que el jamón.
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