Del efecto llamada al efecto despedida
El Mundo, , 14-01-2010La vuelta a casa para la mayoría de los inmigrantes que buscaron en España el paraíso es la vuelta del fracasado. Muchos recordarán cuando en plena crisis del petróleo de los 70 nuestros emigrantes empezaron a volver a España con el cochazo y poco más. Fue duro para ellos darse cuenta de que su gran logro había sido sobrevivir – que no era poco – y que ahora tocaba volver al pueblo donde, aunque no lo reconocieran, la dictadura se ablandaba como los relojes de Dalí y la crisis que padecía el mundo entero aquí no llegaba, porque aquí o todo llega tarde o no llega.
Lo cierto es que a saber si será mejor volver a Rumanía o a Bolivia, donde parece que están volviendo masivamente los inmigrantes. Cuando hace nada se fueron de allí, es que no será el lugar de sus sueños. O, por el contrario, quedarse en España, donde viven cuatro millones y medio de inmigrantes, 1.300.000 en Madrid. Las cifras son espeluznantes, lo sé, pero intenten no marearse todavía. Un millón de ellos estarán en el paro cuando acabe este año 2010. ¿Qué vamos a hacer con ellos? Alguien ha dejado caer con entusiasmo que «el ajuste en el mercado laboral de inmigrantes se puede dar por concluido». Muy optimista me parece. Por no hablar de la satisfacción demostrada por la secretaria de Estado de Inmigración y Emigración, Consuelo Rumí: «Esto demuestra que en el futuro serán muchas menos las personas que vengan, pero tendrán un perfil de media y alta cualificación».
Se olvida de que quienes se están yendo son sobre todo hombres con oficios, la mayoría relacionados con la construcción. Y que quienes se están quedando son mujeres que trabajan en el servicio doméstico.
Resulta paradójico, cuando está sucediendo en Vic lo que está sucediendo, que los funcionarios del Gobierno se feliciten porque no se ha cumplido el pronóstico catastrofista de que la crisis iba a conllevar fuertes presiones sociales y reacciones xenófobas, y valoren positivamente la «cordura» y la «solidaridad» de la sociedad española. Esto no ha hecho más que empezar. Veremos cuando tengamos un millón de parados extranjeros, o cuando no sepamos qué hacer con la segunda generación. Algunos creen que ya está todo arreglado. Que se vayan ahora, que les vaya bonito, y ya les llamaremos cuando se acabe la crisis. Porque a todo esto el problema demográfico español está sin solucionar.
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