«Hoy somos todos más pobres». Don Pino Varrà, párroco de la iglesia Madre de Rosarno, empezó así el sermón de ayer después de tres días de batalla entre negros inmigrados y habitantes de la ciudad de Calabria. La violencia comenzó el jueves, cuando desde un coche dispararon a dos inmigrantes. Según las autoridades, unos 1.128 temporeros han sido evacuados o se han marchado, algunos huyendo, por sus medios.
Sin mencionar los sucesos de Rosarno, ayer, en el Angelus el Papa pronunció unas palabras que todos interpretaron como explícitas: «El inmigrante es un ser humano, diferente por cultura y tradición, pero que debe ser respetado. La violencia no debe ser nunca, para nadie, la manera de resolver las dificultades». «Debéis rebelaros a la violencia», dijo Don Pino Varrà a sus feligreses.
A primeras horas de ayer, los
bulldózers empezaron a abatir los caseríos y las viejas fábricas donde se cobijaban los casi tres mil inmigrantes que en esta época trabajan en la recolección de los cítricos. Dentro de las estructuras habían quedado bicicletas, bombonas de gas, enseres, comida e incluso maletas llenas de ropa.

ACUSACIONES GRAVES / El ministro de Interior, Roberto Maroni, lamentó que en estos años se haya producido en Rosarno «lo que temíamos» y acusó a las autoridades locales de no haber hecho nada.
«Maroni es el primero que ha tolerado esta situación, porque sabe muy bien que la región no tiene ninguna competencia en materia», le respondió Agazio Loiero, presidente de Calabria, recordando que un año atrás el Gobierno prometió colaborar para mejorar las viviendas de los inmigrantes. «Y ahora los deporta», puntualizó.
Mientras, en internet, se está organizando una huelga de inmigrantes para el 1 de marzo.